En las cosas necesarias, la unidad




F
rase 
“En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad.” (San Agustín)


Anécdota 
San Josemaría Escrivá de Balaguer – ¡Hebreo!

En una ocasión se levantó un hombre de raza judía.
 – Yo soy hebreo, le dijo antes de formularle su pregunta

. – ¡Hebreo! –exclamó el Santo, interrumpiéndole– Yo amo mucho a los hebreos, porque amo mucho –con locura– a Jesucristo, que es hebreo.

 No digo era, sino es: Iesu Christus heri et hodie, Ipse et in saecula: Jesucristo sigue viviendo, y es hebreo como tú. 
Y el segundo amor de mi vida es una hebrea, María Santísima, Madre de Jesucristo. De modo que te miro con cariño: sigue.

 – Yo creo que ya la pregunta está respondida, Padre.




María es como el arcoíris

Frase 
“María es como el arcoíris, señal de reconciliación entre Dios y los hombres.” (San Antonio de Padua) 












  Anécdota
Santa Bernardita – Inmaculada Concepción…

Un día Santa Bernardita, vidente de la Virgen en Lourdes, preguntó a aquella Señora, que hace un tiempo ya veía, cuál era su nombre. La Señora le dijo: "YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN", y así desapareció, dejando en Bernardita esta imagen y ese nombre.

Bernardita, oía por primera vez esas palabras. Mientras se dirigía a la casa parroquial, para contarle al párroco (ya que este le había dado el encargo de preguntar a la visión cómo se llamaba), iba por todo el camino repitiendo "Inmaculada Concepción", “Inmaculada Concepción…”, esas palabras tan misteriosas y difíciles para una niña analfabeta.

Cuando el párroco oyó el relato de Bernardita, quedó asombrado. ¿Cómo podía una niña sin ninguna instrucción religiosa saber el dogma que solo unos cuatro años antes (en 1854 por el Papa Pío IX) había la Iglesia promulgado?

El sacerdote comprobó que Bernardita no se había engañado: era Ella, la Virgen Santísima, la soberana Madre de Dios quien se le aparecía en la Gruta de Lourdes.

Si hay en la tierra un alma verdaderamente feliz





Frase

Si hay en la tierra un alma verdaderamente feliz, ésta es solamente un alma verdaderamente humilde.(Santa Faustina)

Anécdota

Santa Gema Galgani – Un gato para humillarse

Visitaba un prelado a Santa Gema, y por obediencia, tuvo que presentarse; sólo que, antes de hacerlo, cuidó de agarrar un enorme gato que había en la casa y se presentó ante el prelado con dicho gato en los brazos, acariciándolo y haciéndole monerías. 

El prelado, que ignoraba por completo que aquella era la primera vez que Gema tomaba en sus brazos a semejante animal, y que lo había hecho solo buscando una humillación (para no pretender que la tomen por santa), cayó en el juego.

-          Creía visitar a una santa y me encuentro con una idiota - dijo el prelado.

Le volvió la espalda y sólo tuvo un gesto de desprecio hacia ella.

Ella también se dio vuelta y con el gato en brazos, contenta, se ausentó de la sala.

Cristo se convirtió en el Pan de Vida


Frase
Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios. Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.” (Madre Teresa de Calcuta)


Anécdota


San Tarsicio – Mártir de la Eucaristía

Era la época de la persecución a los cristianos. Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto se acuerda de los otros encarcelados que no tienen sacerdote y que por lo mismo no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que se avecina, si no reciben el Cuerpo del Señor. Tarsicio está dispuesto a llevarles el viático. Ante tanta inocencia y ternura exclama lleno de emoción el anciano Sixto:
-          ¿Tú también, hijo mío?

Y Tarsicio le dice:
-          ¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años.

Ante tan intrépida fe, el Papa no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas formas y en un relicario, las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarsicio de apenas once años, con esta recomendación:
-          Cuídalas bien, hijo mío.

-          Descuide, Padre, que antes pasarán por mi cadáver que nadie intente tocarlas.
Sale fervoroso y rápido de las catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando.
-          Hola, Tarsicio, juega con nosotros. Necesitamos un compañero.
-          No, no puedo. Otra vez será,  dijo mientras apretaba sus manos sobre su pecho.

Y uno de aquellos niños exclama:
-          A ver, a ver... ¿Qué llevas ahí escondido? Debe ser eso que los cristianos llaman "Los Misterios".

Intentan verlo, derribándolo a tierra, poniendo en su pecho sus piernas con el fin de hacer fuerza de palanca para abrirle sus brazos y arrebatarle las Sagradas Formas; le tiran pedradas… siguen dándole pedradas, y va derramando su sangre. Todo inútil. Ellos no se salen con la suya y por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que él ama más que a sí mismo...

Momentos después pasa por allí un fornido soldado que está en el período de catecumenado y que por eso conoce a Tarsicio. Los niños huyen corriendo mientras Tarsicio, llevado a hombros en agonía por el soldado, llega hasta las Catacumbas. Pero al llegar, ya había muerto...

El humilde se contenta con lo que le toca







Frase
 
“El humilde se contenta con lo que le toca: si se trata de servir, sirve; si le toca trabajar fuerte, lo hace y si le dan regalos (contemplación) con admiración y agradecimiento los recibe, aunque piensa que no le corresponden.” (Santa Teresa de Jesús) 

 Anécdota 
San Martín de Porres – Perro mulato 

En el convento del Rosario donde vivía fray Martín con otros frailes dominicos, se produjo un día un grave aprieto económico, y el prior tuvo que salir con algunos objetos preciosos para tratar de conseguir algún préstamo. 

Al enterarse, corrió a alcanzarle para evitarlo. El sabía que los negros vendidos como esclavos eran bien pagados, hasta unos mil pesos. 

Y recordaba que Santo Domingo se ofreció como esclavo a los moros para sustituir al hermano de una pobre viuda. 
Mejor, pues, que desprenderse de objetos preciosos del convento, era otra solución: Padre, yo pertenezco al convento. Disponga de mí y véndame como esclavo, que algo querrán pagar por este perro mulato y yo quedaré muy contento de haber podido servir para algo a mis hermanos.

 Al prior se le saltaron las lágrimas: Dios se lo pague, hermano Martín, pero el mismo Señor que lo ha traído aquí se encargará de remediarlo todo.