"El grado más perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas." (San Francisco de Sales)
Anécdota
San Francisco de Asís – Humildad y algo más...
Cuando la gente enaltecía su santidad, ordenaba a algún hermano que repitiera insistentemente en sus oídos palabras de desprecio, en contra de las voces de alabanza que recibía.
Cuando el hermano, muy a pesar suyo, lo llamaba rústico, mercenario, inculto e inútil, Francisco, lleno de íntima alegría reflejada en su rostro, le respondía:
Que el Señor te bendiga, hijo muy querido, porque lo que dices es la pura verdad, y tales son las palabras que debe oír el hijo de Pedro Bernardote.
La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no le pertenecen.
La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.
Santa Teresa de Avila.
El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión mas correcta de la realidad.