Dios se hace pequeño para estar conmigo


"El más terrible de los sentimientos
es el sentimiento de tener la esperanza perdida
"
(Federico García Lorca)


Muchas veces se escucha decir: “Rezá vos por mí, que estás más cerca de Dios que yo”
Y creo que si bien parte de verdad tiene, pues hay algunos a los que Dios les encomendó la misión de presentar la ofrenda que los demás ponen en sus manos, se corre el riesgo de autoexcluirse del regalo de ser escuchados por Dios.

Si lo pensamos en el ámbito de la familia, veremos que, si bien los padres escuchan de manera más adulta a sus hijos mayores, esto no significa que los escuchen más que a los pequeños. Me atrevo a decir que posiblemente es justo al revés: más escuchan a los pequeños porque saben lo decisivo que ese diálogo es en su crecimiento.

Aquí es donde aparece lo grande del amor de Dios, que en su corazón de Padre, a los que creen que no están cerca, él se acerca, se abaja, se pone a la altura de sus más pequeñas necesidades para escucharlas. Sabe que para ellos, este diálogo es decisivo en su crecimiento.
(Javier Albisu S.J.)


Mayo 20
No dejes que tu vida se vuelva oscura, rutinaria y solitaria. Vuelve a reconocer a Jesús vivo en cada momento y en cada cosa.
Está presente, es verdad. Está en cualquier lugar, en todas las personas, en todo lo que nos pasa.
Está en el fuego, en el camino, en el trabajo, en el aire y en la nube, en la mesa, en un abrazo de amigos y cuando nos detenemos a mirar el cielo un segundo.

Es muy bello que así sea, pero es una pena que no lo disfrutes

Intenta usar los ojos de la fe, que ven mejor que los ojos de tu cara, y podrás reconocerlo.
(Mons. Víctor M. Fernández)

Señor, si un día estuviera sofocado, preso, "harto de la vida" con deseos de desaparecer, de morir, insatisfecho conmigo mismo y con el mundo a mi alrededor
Pregúntame, si quiero cambiar la luz por las tinieblas.
Pregúntame, si quiero cambiar la mesa puesta, por los restos que tantos buscan en la basura.
Pregúntame, si quiero cambiar mis pies por una silla de ruedas.
Pregúntame, si quiero cambiar mi voz, por las señas.
Pregúntame, si quiero cambiar el mundo de los sonidos por el silencio de los que no oyen nada.
Pregúntame, si quiero cambiar el diario que leo y después echo a la basura, 
por la miseria de los que van a buscarlo para hacerse con él una manta.
Pregúntame, si quiero cambiar mi salud, por las enfermedades de tanta gente.
Pregúntame, ¿hasta cuándo no reconoceré tus bendiciones?, para hacer de mi vida un himno de alabanza y gratitud y decir, todos los días, desde el fondo de mi corazón
¡Gracias Señor por este nuevo día!