"No habrá paz en la tierra mientras perduren las opresiones de los pueblos,
las injusticias y los desequilibrios económicos que todavía existen".
Juan Pablo II
Oh, Señor, cuando yo tenga hambre, ponme junto a alguien que necesite alimento.
Cuando tenga sed, dame a alguien que necesite bebida.
Cuando tenga frío, dame a alguien a quien ofrecer calor.
Cuando esté triste, dame a alguien para consolar.
Cuando mi carga me resulte pesada, hazme compartir la carga de otro.
Cuando sea pobre, condúceme a alguien que esté necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame a alguien a quien pueda echar una mano
Cuando me sienta humillado, permíteme tener a alguien a quien alabar.
Cuando esté descorazonado, envíame a alguien a quien alegrar.
Cuando precise de la comprensión de los demás, dame a alguien que tenga necesidad de la mía.
Cuando necesite que cuiden de mí, envíame a alguien para cuidar de él
Cuando esté centrado exclusivamente en mí mismo, orienta mis pensamientos hacia algún otro.
Alberto Bogaert
Jesús cuenta la historia de un hombre rico del campo, que se dedicaba a acumular granos y no disfrutaba de la vida. Cuando almacenó todos los granos que quería, pensó en dedicarse a gozar de su existencia. Pero esa noche murió (Lc 12, 16-21).
Es tremendo este llamado de atención de Jesús. Pero no creas que no te toca.
Aunque no te dediques a acumular granos, quizás te dediques a acumular otras cosas: logros, resultados, éxitos, afectos, reconocimientos, etc. De esa manera, la vida se te irá agotando sin vivirla.
Pregúntate cuántos momentos de la semana que pasó han valido la pena verdaderamente.
Pregúntate cuántas cosas has vivido realmente con profundidad y con intensidad.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Mi Señor, mi Salvador, estoy convencido que te has manifestado desde lo alto y estás por encima de todo. Creo que Tú eres el Hijo del Dios vivo, el Rey de reyes y que nos has hablado del Reino del Padre porque Tú procedes de Él.
En Ti espero la vida eterna, esa vida nueva que me regalaste en mi bautismo y que con mis faltas la he oscurecido yéndome por caminos que me separaban de Ti.
Te pido perdón por mis malas decisiones. Ven y sáname de todas mis angustias y todo ese sufrimiento que está causando frustración y desolación a mi vida. Sé que Tú todo lo puedes, con tu poder todo lo transformas.
Viniste al mundo a esparcir la misericordia divina a toda la humanidad, a abrir caminos de bendición y sacar toda esa alegría que había escondida en mi vida con el misterio de tu amor.
Creo en Ti, en tu poder, en tu perdón y en que todo lo haces nuevo. Creo que junto al Espíritu Santo vas derramando gracias a quien acepta tu testimonio de bondad.
Confío en que en estos momentos me bendices y así como el Padre te ama, Tú me amas de igual modo. Bendito seas mi Jesús, gracias por hacerme parte del Reino de nuestro Padre.
Amén.
(Píldoras de fe)