“Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan.
Y que en cambio, con las penas pasa al revés: se achican.
Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón.
Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías
y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro”
(Fray Mamerto Menapace)
San Jerónimo decía que "las verdades contenidas en el Ave María son tan sublimes, tan maravillosas, que ningún hombre, ningún ángel podría entenderlas completamente."
Y santo Tomás de Aquino, el príncipe de los teólogos, "el más sabio de los santos y el más santo de los sabios", predicó en torno a esta oración mariana durante cuarenta días en Roma, llenando los corazones de éxtasis.
El padre Suárez, un erudito jesuita, declara que a la hora de su muerte, gustoso cambiaría todos los libros que había escrito, todas las obras que había hecho, a cambio de los méritos de una sola Ave María rezada con devoción.
Un día, santa Matilde, que amaba mucho a la Virgen María, estaba tratando de componer una hermosa oración en su honor. Nuestra Señora se le apareció llevando sobre el pecho la salutación angélica escrita en letras de oro: "Ave María, gratia plena". Y ella dijo: "Mi hija, ninguna oración que pudieras componer me daría tanta alegría como el Ave María."
Si queremos salir adelante en una empresa o en un propósito, debemos creer en nosotros mismos, poner en acción las capacidades que tenemos.
Para alcanzar lo que queremos, es necesario hacer un plan concreto que determine con claridad el objetivo y que señale los medios y métodos adecuados para alcanzarlo.
Seamos creativos en la elección de las estrategias más sabias y flexibles para escuchar y analizar las sugerencias para mejorarlas. Reconozcamos que las críticas purifican nuestra mejor idea.
Agosto 5
Si te cuesta saber quién eres en realidad, puedes comenzar por una pregunta más sencilla pero muy importante: “¿quién quiero ser realmente?”.
Porque nadie madura ni se afianza como persona si no tiene claro quién quiere ser. No se trata de lograrlo de la noche a la mañana, y posiblemente te llevará muchos años, o quizás lo conseguirás sólo en el cielo.
Pero lo importante es que te pongas en camino. Tendrás la satisfacción de tomar en serio tu propio ser, y eso será una alabanza a Dios.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.