El tiempo que pasa puede ser salvado por la esperanza

El Adviento que estamos viviendo nos invita
a detenernos en silencio para captar una presencia.
Es una invitación a comprender
que los acontecimientos de cada día
son gestos que Dios nos dirige,
signos de Su atención por cada uno de nosotros
Benedicto XVI

Considera cómo Jesús padeció desde el primer momento de su vida; y todo lo padeció por amor nuestro. Él no tuvo en toda su vida otro interés después de la gloria del Padre, que nuestra salvación. Como Hijo de Dios, no tenía necesidad de padecer para merecerse el paraíso. Cuanto sufrió de penas, de pobreza y de ignominias, todo lo aplicó para merecernos la salvación eterna. Así, pudiendo salvarnos sin padecer, quiso tomar una vida de dolores, pobre, despreciado y desamparado de todo alivio, con una muerte la más desolada y amarga que jamás había sufrido mártir o penitente alguno; solo por darnos a entender la grandeza del amor que nos tenía, y por ganarse nuestros afectos. Vivió treinta y tres años, y vivió suspirando porque se acercase la hora del sacrificio de su vida, que deseaba ofrecer para alcanzarnos la divina gracia y la gloria del paraíso.

Este deseo le hizo decir: Con bautismo es menester que yo sea bautizado; ¿y cómo me angustio hasta que se cumpla? Deseaba ser bautizado con su propia sangre, no para lavar sus pecados, siendo él inocente y santo, sí los de los hombres, a quienes tanto amaba. Nos amó, y nos lavó en su sangre, dice san Juan.

¡Oh exceso del amor de un Dios, que todos los hombres y todos los Ángeles no llegaron jamás a comprenderle y alabarle cuanto basta! -Se lamenta san Buenaventura al ver la grande ingratitud de los hombres a tan grande amor, y se admira que nuestros corazones no se rasguen por la fuerza del amor de Dios.

 Se maravilla en otro lugar el mismo santo de ver a un Dios padecer tantas penas, gemir en un establo, pobre en un taller, desangrado sobre una cruz, en suma, afligido y atribulado en toda su vida por amor de los hombres; y ver luego a estos no arder de amor por este Dios tan amante, y aun tener valor de despreciar su amor y su gracia: ¡Oh Dios! ¿Cómo es posible comprender que os hayáis reducido a tanto padecer por los hombres, y que haya de estos quienes ofendan tanto a Vos?
(San Alfonso María de Ligorio)

Diciembre 11
Estamos inmersos en el tiempo. Ese tiempo puede ser la sucesión de un montón de momentos desconectados, donde simplemente tratamos de resistir y sobrevivir, o donde le exigimos desesperadamente a cada minuto una plenitud que no tiene. Y el tiempo va pasando, corre.

Pero ese tiempo que pasa puede ser salvado por la esperanza, que une todos esos momentos y los va integrando, iluminando, orientando. Cuando nos quedamos en la superficie de la vida, estamos siempre deseando algo que nos inquieta: una venganza, un éxito, un afecto humano, un placer.

Es muy sanador cuando logramos ir más allá de esa superficie y nos concentramos en los deseos más profundos, los más nobles, esos que pueden subsistir con el paso del tiempo, esos que nos podemos llevar a la eternidad.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti.

Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén