Meditación sobre la muerte

Cuanto más te dediques
al estudio de las Expresiones Sagradas,
más rica será tu comprensión de ellas,
así como cuanto más se labra la tierra,
más rica es la cosecha.
San Isidoro de Sevilla (c 560-636)
Padre y Doctor de la Iglesia

La muerte, como el sufrimiento, es el resultado del pecado: "Por el pecado, la muerte " (Rom 5, 12).
Pero, es más que un castigo por el pecado.
Es también una liberación para los justos que, como san Francisco de Asís, ven en la muerte a la hermana buena que vendrá un día para liberarlos y unirlos a Cristo en la felicidad eterna.
Deseando partir y estar con Cristo…” (Filipenses 1:33).

La muerte es ciertamente una cosa terrible. Es la separacion violenta del alma del cuerpo.
El mero pensamiento nos hace temblar, porque nuestra eterna felicidad, o miseria, depende de este momento.
Pero, si llevamos una buena vida cristiana, si nos esforzamos con la ayuda de la gracia divina en evitar el pecado y hacer el bien, la muerte ya no es terrible. La muerte es ahora una recompensa. Es el paraíso que nos espera

Incluso en el misterio de la muerte, la Justicia de Dios se entrelaza con Su Misericordia.
Como nos castiga para corregirnos, como nos hace morir, para concedernos los gozos del Cielo."

En teoría, todo el mundo cree en la muerte. En la práctica, muchos viven como si no creyeran en ella.
Por lo tanto, es necesario y útil que meditemos en la muerte.

Empezamos a morir el día en que nacimos.
La gente dice: “He vivido veinte, treinta o cuarenta años. Pero, si dijeran: "He gastado veinte o treinta o cuarenta años de mi vida", ¿cuántos me quedarían entonces? No lo sabemos, sólo sabemos que la muerte llegará en el momento en que menos lo esperemos.
Estemos siempre preparados.
Vosotros también debéis estar preparados, porque a la hora que no pensáis, el Hijo del Hombre viene”. (Lucas 12:40)

Siempre debemos estar listos.
Que nuestra fe sea viva y activa y que nuestra mente se vuelva hacia Dios, que nos espera
No hay necesidad de tener miedo.
Él es bueno y misericordioso.
Él desea nuestra salvación.
Este es un pensamiento maravillosamente consolador. ¡Dios desea mi salvación!
¡Entreguémonos a El, pues, como si vivieramos que die este mismo momento!

La mayor lección de vida brota de la reflexión sobre la muerte.
¡Quien no aprenda a vivir de la muerte, nunca aprenderá nada de nadie!

DEBEMOS MORIR y MORIMOS SOLO UNA VEZ.
¡Esta es una prueba que nunca tendremos la oportunidad de repetir!
Este pensamiento debe inspirarnos un sano temor al pecado y un ardiente deseo de estar más unidos a Dios y más fieles en la observancia de su ley.

Como fruto especial de esta mediación, formemos la resolución de pedir los últimos Sacramentos a la hora de la muerte, en lugar de esperar a que nuestros familiares se vean obligados a exhortarnos a recibirlos.
No es una oración sino un regalo, por lo que pedimos.
Es el don más grande que la misericordia de Dios nos pudo conceder en ese momento final y decisivo de nuestra vida.

Hay otra resolución que debemos hacer.
¡Deberíamos vivir cada día como si fuera el último, pero deberíamos trabajar tan incansablemente como si nunca tuviéramos que morir !
Antonio Cardenal Bacci

Oh Señor Jesucristo, Tú que mientras estabas sujeto a María y José, santificaste la vida familiar con virtudes indescriptibles, concédenos por su intercesión conjunta, que, habiendo sido enseñados por el ejemplo de la Sagrada Familia, podamos alcanzar su vida eterna compañerismo

Por el mismo Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén