«El perdón es un regalo silencioso
que dejas en el umbral de la puerta
de aquellos que te han hecho daño»
(Roberto Enright)
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
23 de enero
¿Para qué, pues, vivimos nosotros?
Después de habernos consagrado a él en el bautismo, somos todos de Jesucristo. Por tanto, el cristiano debería tener como suyo el dicho de este santo Apóstol: «Para mí la vida es Cristo», yo vivo para Jesucristo, vivo para su gloria, vivo para servirlo, vivo para amarlo.
Y cuando Dios nos quiera quitar la vida, el sentimiento, el afecto, que tendríamos que tener, debería ser precisamente el de quien, después de la fatiga, va a recibir la recompensa, el de quien, después del combate, va a recibir la corona.
¡Gustemos, sí, gustemos, oh, mi querida Raffaelina, saboreemos esta excelsa disposición del alma de tan gran apóstol! Sí, es verdad que todas las almas que aman a Dios están dispuestas a todo por amor al mismo Dios, teniendo el convencimiento pleno de que todo redundará en su propio beneficio.
Estemos preparados siempre para reconocer en todos los acontecimientos de la vida el orden sapientísimo de la divina providencia, adoremos y dispongamos nuestra voluntad para conformarla siempre y en todo a la de Dios, ya que de este modo glorificaremos al Padre celestial y todo nos será beneficioso para la vida eterna.
(23 de febrero de 1915, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 340)