Extractos de cartas del Padre Pío -18 de Mayo


Un cristiano fiel, iluminado por los rayos de la gracia al igual que un cristal, deberá iluminar a los demás con sus palabras y acciones, con la luz del buen ejemplo

San Antonio de Padua












Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)

18 de Mayo

Lo que este santo apóstol [Pablo] considera más importante es la caridad, y, por eso, la recomienda vivamente, más que cualquier otra virtud, y quiere que esté presente en todas las acciones, pues es la única y sola virtud que constituye la perfección cristiana: «Y por encima de todo esto –dice él–, conservad, tened la caridad, que es el vínculo de la perfección».

Mira: él no se contenta con recomendarnos la paciencia, el soportarnos mutuamente, también estas virtudes nobles; pero no, él quiere la caridad y con mucha razón, porque puede darse muy bien que uno soporte pacientemente los defectos de los otros, perdone incluso las ofensas recibidas; y todo puede ser sin mérito, cuando se ha hecho sin caridad, que es la reina de las virtudes y que las incluye a todas.

Por tanto, hermana mía, tengamos en gran aprecio esta virtud, si queremos encontrar misericordia en el Padre del cielo. Amemos la caridad y pongámosla en práctica, es la virtud que nos constituye en hijos de un mismo Padre que está en los cielos; amemos y practiquemos la caridad, siendo este el precepto del divino Maestro: en esto nos diferenciaremos de la gente, si amamos y practicamos la caridad; amemos la caridad y huyamos hasta de la sombra de lo que de algún modo podría ofuscarla; sí, por fin, amemos la caridad y tengamos siempre presente la gran enseñanza del Apóstol: «Todos nosotros somos miembros de Cristo Jesús», y que solamente Jesús es «la Cabeza de todos nosotros, sus miembros».

Mostrémonos amables mutuamente y recordemos que todos hemos sido llamados a formar un solo cuerpo, y que, si conservamos la caridad, la hermosa paz de Jesús triunfará siempre exultante en nuestros corazones.



(16 de noviembre de 1914, a
Raffaelina Cerase, Ep. II, 226)