El amor de Jesucristo me quita el gusto para todo, las criaturas no tienen atractivo alguno para mi, ni los ángeles ni los arcángeles pueden colmar las ansias de mi corazón, los rayos del sol, cuando contemplo el resplandeciente rostro de mi Amado, me parecen densas tinieblas
San Francisco de Asís
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
Junio 8
Estoy perdido, sí, perdido en lo desconocido. Estoy privado de todo. Pero estoy decidido, aunque no encuentro consuelo, a seguir sólo la voz de quien hace las veces de Dios.
Tengo hambre, padre mío, del retorno de mi Dios a mi alma; démelo, satisfágame de Él, mi vida y mi todo.
Las condiciones actuales de mi espíritu no presentan otra realidad que una ruina completa, unas luces siniestras, que no sirven más que para descubrir la podredumbre y atormentar a la víctima, presa de su desconocido destino.
¡Dios mío!, es necesario, padre mío, este grito; sólo me queda esto en tanto penar.
Ya no entiendo nada; mucho me temo estar abandonado para siempre a mí mismo; y, ante este temor, me aferro o me arriesgo a aferrarme a la obediencia, que, sin saber cómo, también me parece que se aleja de mí.
Termino, porque la intensidad del dolor que me oprime priva a mi mente de la necesaria lucidez.
Bendígame siempre y yo, a cambio, no desistiré de inmolarme siempre por usted a ese Dios que he perdido.
(4 de junio de 1918, al P. Benedetto da
San Marco in Lamis, Ep. I, 1026)
(4 de junio de 1918, al P. Benedetto da
San Marco in Lamis, Ep. I, 1026)