"Ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle, por estar tan encubierto (en el Santísimo Sacramento), se descubra a los del alma y se le de a conocer."
Santa Teresa de Jesús
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
Octubre 21
El modo ordinario de mi oración es este. Apenas me pongo a orar, enseguida siento que el alma comienza a recogerse en una paz y en una tranquilidad que no se pueden expresar con palabras. Los sentidos quedan en suspenso, a excepción del oído, que algunas veces permanece activo; pero de ordinario no me molesta; y debo confesar que, aunque a mi alrededor se hiciera muchísimo ruido, no por eso me molesta en lo más mínimo.
De esto deducirá que son pocas las ocasiones en las que consigo discurrir con el entendimiento.
Y me sucede con frecuencia que, en momentos en los que el continuo pensamiento de Dios, siempre presente en mí, se aleja un poco de la mente, siento entonces que el Señor, de cuando en cuando, me golpea en el centro de mi alma de un modo tan penetrante y suave que, casi siempre, no puedo menos de llorar de dolor por mi infidelidad y por la ternura de tener un padre tan bueno y tan atento para volverme a llamar a su presencia.
(1 de noviembre de 1913, al P. Benedetto
da San Marco in Lamis, Ep. I, 420)