"-Sin la oración nadie puede progresar en el servicio divino"
-San Francisco de Asís
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
Diciembre 10Continuad, mis buenas hermanas e hijas, recordándome en el tesoro de vuestras
oraciones, especialmente en este tiempo en que estoy pasando por una dura prueba; y
estad seguras de que yo quiero vivamente y seguiré queriendo la salud espiritual más que
la corporal, además de aquella gracia que ya conocéis.
En mis pobres, sí, pero también repetidas oraciones, no me olvidaré de vosotras ni de cuantas me hacen la misma caridad que me hacéis vosotras. Jesús y la Virgen santísima os concedan ser dignas de la gloria eterna. Con esta fe y esta esperanza os deseo todos los bienes del cielo.
Y ahora vayamos a vuestras necesidades espirituales. Esas perplejidades de espíritu que vais experimentando son artimañas malignas del tentador; y Dios las permite, no porque os odie, sino porque os ama. No es reprobable el sentimiento, sino el consentimiento. Y yo os animo en el dulcísimo Señor a estar tranquilas, ya que ni vosotras ofendéis en esto al Señor ni el Señor se esconde para castigar vuestras infidelidades, que, os declaro en nombre y en virtud de la santa obediencia, no se dan en vosotras, al menos hechas con plena advertencia y decidida voluntad.
(11 de diciembre de 1916, a las
hermanas Ventrella, Ep. III, 548)

En mis pobres, sí, pero también repetidas oraciones, no me olvidaré de vosotras ni de cuantas me hacen la misma caridad que me hacéis vosotras. Jesús y la Virgen santísima os concedan ser dignas de la gloria eterna. Con esta fe y esta esperanza os deseo todos los bienes del cielo.
Y ahora vayamos a vuestras necesidades espirituales. Esas perplejidades de espíritu que vais experimentando son artimañas malignas del tentador; y Dios las permite, no porque os odie, sino porque os ama. No es reprobable el sentimiento, sino el consentimiento. Y yo os animo en el dulcísimo Señor a estar tranquilas, ya que ni vosotras ofendéis en esto al Señor ni el Señor se esconde para castigar vuestras infidelidades, que, os declaro en nombre y en virtud de la santa obediencia, no se dan en vosotras, al menos hechas con plena advertencia y decidida voluntad.
(11 de diciembre de 1916, a las
hermanas Ventrella, Ep. III, 548)
