Trabaja en algo para que el diablo te encuentre siempre ocupado.
-San Jerónimo
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
Septiembre 4
No te deben atemorizar las innumerables tentaciones que te asaltan de continuo, pues el Espíritu Santo anuncia al alma devota que, si se decide a avanzar por los caminos de
Dios, debe disponerse y prepararse para la tentación. Por eso, ¡ánimo!, que la prueba cierta e infalible de la elección de un alma para su perfección es la tentación, en la que la pobrecita será puesta como signo de contradicción en medio de la tempestad. Que nos anime a soportar la dificultad la vida de todos los santos, que no estuvieron libres de esta prueba.
La tentación no respeta a ningún elegido. Ni siquiera respetó al Apóstol de las gentes, que, después de haber sido arrebatado en vida al paraíso, fue tal la prueba a la que se vio sometido, que Satanás llegó a abofetearlo. ¡Dios mío!, ¡¿quién podrá leer aquellas páginas sin sentir que se le hiela la sangre en las venas?! ¡Cuántas lágrimas, cuántos suspiros, cuántos gemidos, cuántas súplicas no elevaba este santo Apóstol, pidiendo al Señor que retirara de él esta dolorosísima prueba! ¿Y cuál fue la respuesta de Jesús? No otra sino esta: «Te basta mi gracia... »; «La virtud se perfecciona en la enfermedad, en la prueba».
(4 de septiembre de 1916
a Maria Gargani, Ep. III, 241)

La tentación no respeta a ningún elegido. Ni siquiera respetó al Apóstol de las gentes, que, después de haber sido arrebatado en vida al paraíso, fue tal la prueba a la que se vio sometido, que Satanás llegó a abofetearlo. ¡Dios mío!, ¡¿quién podrá leer aquellas páginas sin sentir que se le hiela la sangre en las venas?! ¡Cuántas lágrimas, cuántos suspiros, cuántos gemidos, cuántas súplicas no elevaba este santo Apóstol, pidiendo al Señor que retirara de él esta dolorosísima prueba! ¿Y cuál fue la respuesta de Jesús? No otra sino esta: «Te basta mi gracia... »; «La virtud se perfecciona en la enfermedad, en la prueba».
(4 de septiembre de 1916
a Maria Gargani, Ep. III, 241)
