Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.
Santa Teresa de Calcuta
Una vez Madre Teresa fue a visitar a un anciano que vivía solo. La casa estaba sucia. Intentó limpiarla, pero no se lo permitió. “¿Para qué?, replicó el anciano. Nadie viene a verme”. Entre los andrajos, la Madre Teresa encontró una magnífica lámpara cubierta de polvo.
“¿Por qué no la enciendes?, le dijo.
“¿Para qué?, replicó el anciano. “Nadie viene a verme. Estoy bien a oscuras “.
“¿La encenderías si alguien viniera a verte?”, le replicó Teresa.
“Sí, la encendería con tal de escuchar una voz humana en esta casa”.
A los pocos días la Madre Teresa mandó a una de sus religiosas, y recibió una nota brevísima del anciano: “Quiero decirte que la lámpara que prendiste en mi vida sigue encendida”.
A veces vemos personas necesitadas de misericordia: enfermos, solitarios, ancianos tristes, niños abandonados, gente que duerme en la calle, marginados de todo tipo.
Estos prójimos necesitan ante todo sentir la cercanía y afecto de alguien que les dé a comprender que no están ni sufren solos.
Ojalá puedas brindarles presencia humana
* Enviado por el P. Natalio