Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre



Señor, toma este corazón de piedra,
y dame un corazón de hombre:
un corazón que te ame,
un corazón que se alegre en ti,
que te imite y que te complazca”.
(San Ambrosio)


Ni el cristiano, ni la Iglesia pueden seguir las modas o los criterios del mundo. El criterio único, definitivo e ineludible es Cristo. No es Jesús quien se ha de adaptar al mundo en el que vivimos; somos nosotros quienes hemos de transformar nuestras vidas en Jesús.

«Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre». Esto nos ha de hacer pensar. Cuando nuestra sociedad secularizada pide ciertos cambios o licencias a los cristianos y a la Iglesia, simplemente nos está pidiendo que nos alejemos de Dios. El cristiano tiene que mantenerse fiel a Cristo y a su mensaje.

Algunas veces, cuando podemos ver detenidamente nuestros problemas, nos damos cuenta que usamos las herramientas equivocadas para tratar de resolverlos. Lo que necesitamos es alejarnos, desapegarnos. Esto puede hacernos ver un contexto totalmente nuevo en el que encaja nuestro problema, y en el que quizás ni siquiera exista un problema.

Es difícil lograr el desapego si estamos profundamente enganchados en una situación. Cuando nos transmitimos mensajes drásticos como "¡Ahora o nunca!", nos damos de narices directamente contra el problema.

En esta posición es difícil mantener una visión equilibrada. Si nos detenemos y decimos "Si no es ahora, quizás en otra ocasión", lograremos desengancharnos y podremos recordar que la vida es más rica y variada de lo que pensábamos cuando estábamos enganchados
.
El pensamiento en situaciones de crisis puede ser como un martillo que lo aplasta todo. Esa puede ser nuestra forma de manipular el resultado de nuestra lucha. Pero si recordamos que somos sólo una pequeña parte de un diseño grande y hermoso, podremos depositar en él nuestros problemas.

Mayo 17
Todos los días tienes que hacer algunas tareas o tienes que resolver problemas de tu familia. Mira lo que te dice la Palabra de Dios sobre esas tareas: Cualquiera sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres.
Sepan que el Señor los recompensará (Col 3, 23-24).

¿Has intentado trabajar “para el Señor y no para los hombres?
Si haces las cosas para cumplir con los demás, ellos no siempre valorarán tu entrega. Pero si las haces con todas tus fuerzas para ofrecerlas al Señor, puedes tener la certeza de que todos esos esfuerzos no serán vanos (1 Cor 15,58).
Sin duda, de esos esfuerzos saldrá algo bueno para ti y para los demás.

(Mons. Víctor M. Fernández)