«Dilata tu corazón.
Sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a todo hombre.
Esta luz verdadera brilla para todos,
pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna»
(SAN AMBROSIO)
“Te conozco enteramente, sé todo acerca de ti. He contado hasta los cabellos de tu cabeza. Todo en tu vida tiene importancia para mí.
Te he seguido a través de los años y te he amado hasta en tus extravíos.
Conozco tus problemas, tus necesidades y preocupaciones. Y sí, conozco tus pecados. Pero te digo de nuevo que te amo, no por lo que tienes o lo que has hecho, te amo por ti, por la belleza y dignidad que mi Padre te dio al crearte a su imagen.
Dignidad y belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres, y he derramado mi sangre para rescatarte.
Basta que pidas con fe y yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de su poder destructor”.
Tu amigo, Jesús.
18 de Mayo
En la parábola de los talentos, aparece el buen ejemplo de las personas que hicieron producir los talentos recibidos. Unos más, otros menos, todos dieron frutos.
Pero uno actuó de una manera desagradable. ¿Malgastó los dones recibidos, los utilizó para el mal, los dilapidó? No. Jesús dice que los enterró. Los devolvió tal como los había recibido, sin producir frutos.
No fracasó, no se equivocó. Hizo algo peor: sencillamente enterró todo, se dedicó a sobrevivir sin importarle nada.
En la conclusión de la parábola el Señor trata a este egoísta de malo y perezoso (Mt 25, 26) y lo manda a las tinieblas (Mt 25, 30). La pereza indiferente sólo puede llevarte un oscuro aburrimiento.