La ansiedad

“No hay libertad para el hombre
donde su seguridad, su vida y sus bienes
están a merced del capricho de un mandatario”
(JUAN BAUTISTA ALBERDI)

Con frecuencia, en medio de este mundo tan acelerado que vivimos, nos dejamos ganar por la ansiedad. Y de hecho ella es la principal causa de muchas enfermedades orgánicas que afectan a las personas.

Hoy te invito a pensar que la mejor actitud que podemos adoptar es dejar que las cosas vayan sucediendo según Dios las ha planificado confiando en Su sabiduría sin límites y en Su amor inigualable. Vivamos cada momento de nuestra vida con intensidad y con alegría, dando gracias por poder hacerlo. Y no permitamos que los apuros mundanos nos quiten la serenidad y la paz interior.

Dicen que hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado...

Qué las tiernas manos de Dios te sostengan hasta que encuentres la plenitud de tu alma. Qué el Señor habite en tu corazón.






Mayo 16

Una cosa es relajarse y otra es dormirse.
Una cosa es gozar y otra cosa es solo distraerse.
Una cosa es la serenidad y otra cosa es la pereza. 

La verdadera paz es atención, es estar atento a lo que la vida nos está ofreciendo.
Cuando disfrutas a fondo de una canción es porque le das toda tu atención. 
Cuando gozas mucho de una comida es porque has estado muy atento para disfrutarla.
Cuando pasaste un buen momento con alguien es porque has estado muy concentrado en esa persona. La distracción no sirve para nada. 

Entre la ansiedad nerviosa y la pereza adormecida está la verdadera vida
(Mons. Víctor M. Fernández)



Que no me preocupe tanto, Señor, si trabajo mucho, poco o demasiado.
Si mis desvelos son fecundados por los éxitos. Si mis siembras dan lugar a innumerables cosechas. Si mis palabras mueven conciencias o corazones.

Que, ante todo y sobre todo, esté unido a Ti. Y entonces, sólo entonces, amanecerá el fruto en la rama de mi generosidad, aparecerá el fruto en el sarmiento de mi pobre vida, brotará el fruto en el tronco de mi fe sin fisuras, explotará el fruto en el vástago de mi esperanza.

Si Señor, unido a Ti… y luego vendrá lo demás, porque, Tú Señor, eres artífice, savia, empuje, vida y sangre que corre por mis venas.

Amén