María es dichosa porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió

“María es dichosa porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió;
llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún:
guardó en su mente la verdad de Cristo”
(SAN AGUSTÍN)


Reflexión del Papa Francisco sobre la Visitación de la Virgen
Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo. En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel. Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acoge es la primera “escuela” de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá.

Después de llegar al mundo, permanecemos en un “seno”, que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en relación; la familia es el “lugar donde se aprende a convivir en la diferencia”: diferencias que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida.

(Mensaje de S.S. Francisco, 23 de enero de 2015).

Que, en la celebración de esta fiesta, nuestro propósito sea vivir hoy con la resolución de servir, por amor, a las personas con las que convivo.
(Por: P Juan Pablo Menéndez


Nadie te pide que de repente tengas una fe inmensa, lo importante es que desees que tu fe vaya creciendo, como sea.

 Deja que tu fe se vaya haciendo más firme. No esperes cambios deslumbrantes, pero permite que cada día vaya entrando un poquito más de luz. 

Como decía san Agustín: “es como si uno se cura los ojos de una vieja ceguera y empieza a ver un poquito de luz, y el segundo día un poco más, y el tercero más todavía”. No significa que hay más luz, porque la luz infinita siempre estuvo allí. Lo que ocurre es que tus ojos se van sanando y abriendo más y más.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Préstame, Madre tus ojos, para con ellos mirar, porque si por ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame, Madre tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua, patena de amor y de santidad.
Préstame, Madre, tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame, Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame, Madre a tu Hijo, para poderlo yo amar, si Tú me das a Jesús, ¿qué más puedo yo desear?
Y esa será mi dicha por toda la eternidad.
Amén