"El hombre busca la felicidad, pero nada de este mundo puede dársela.
La felicidad es el fruto sobrenatural de la presencia de Dios en el alma.
Es la felicidad de los santos. Ellos la viven en las más adversas circunstancias y nada ni nadie se las puede quitar. San Felipe Neri ilustra admirablemente la felicidad de la santidad. Dispuesto a todo por Cristo, logró maravillas en su vida y la gloria del cielo”
Pequeñas semillitas
Creo en mis sueños, hablo sobre mis sueños, pienso en mis sueños, hago planes para mis sueños, creo oportunidades para mis sueños y me veo ya en mis sueños.
La única manera de lograr que un sueño se haga realidad, es hablar acerca de él, creer en él, verse a uno mismo en él y crear oportunidades para él.
Hay un gran poder de voluntad que sigue a lo que imaginamos. Este poder de la voluntad nos permite seguir adelante a pesar de todos los obstáculos y los sueños que debieran tomarnos diez a veinte años en lograrlos, se cumplen en menos tiempo.
¡Los planes en papel no son suficientes para los sueños! Simplemente veámonos actuando en lo que nos hemos imaginado y para cuando estemos involucrados pensaremos que todavía estamos en el proceso de imaginárnoslo
Con la ayuda de Dios, lo que creemos es lo que logramos. Lo que imaginamos es lo que llegamos a ser. Lo que pensamos es lo que experimentamos
Junio 10
Señor, quiero que el amor penetre toda mi vida.
Ayúdame a amarte en mi soledad, a marcar cada día con actos de amor a Ti.
Ayúdame a amarte en los demás, en cada persona que pongas en mi camino.
No amaré por su belleza o por sus capacidades, sino porque son tus hijos, son mis hermanos. Ayúdame a amarte en los momentos duros, porque sé que cada sufrimiento mío puede convertirse en una ofrenda de amor.
Y ayúdame también a amarte en mis momentos felices, porque quiero compartir contigo toda mi vida. Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén