“Entra en este Sagrado Corazón
como convidado al banquete de amor
de tu único y perfecto amigo,
que quiere embriagarte
con el deleitoso vino de su puro amor”.
(Santa Margarita Maria de Alacoque)
como convidado al banquete de amor
de tu único y perfecto amigo,
que quiere embriagarte
con el deleitoso vino de su puro amor”.
(Santa Margarita Maria de Alacoque)
Creo en mis sueños, hablo sobre mis sueños, pienso en mis sueños, hago planes para mis sueños, creo oportunidades para mis sueños y me veo ya en mis sueños.
La única manera de lograr que un sueño se haga realidad, es hablar acerca de él, creer en él, verse a uno mismo en él y crear oportunidades para él.
Hay un gran poder de voluntad que sigue a lo que imaginamos. Este poder de la voluntad nos permite seguir adelante a pesar de todos los obstáculos y los sueños que debieran tomarnos diez a veinte años en lograrlos, se cumplen en menos tiempo. ¡Los planes en papel no son suficientes para los sueños! Simplemente veámonos actuando en lo que nos hemos imaginado y para cuando estemos involucrados pensaremos que todavía estamos en el proceso de imaginárnoslo.
Lo que creemos es lo que logramos.
Lo que imaginamos es lo que llegamos a ser.
Lo que pensamos es lo que experimentamos.
Julio 18
La Palabra de Dios dice: Por encima de todo cuida tu corazón (Pr 4,23). Porque el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón (1Sm 16,7). Pero lamentablemente suele ocurrir que ya ni recordamos que tenemos un corazón, ya no sabemos qué llevamos dentro, olvidamos cuáles son nuestros verdaderos ideales y para qué hacemos lo que hacemos. Nunca es tarde para recuperar el corazón.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Julio 18
La Palabra de Dios dice: Por encima de todo cuida tu corazón (Pr 4,23). Porque el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón (1Sm 16,7). Pero lamentablemente suele ocurrir que ya ni recordamos que tenemos un corazón, ya no sabemos qué llevamos dentro, olvidamos cuáles son nuestros verdaderos ideales y para qué hacemos lo que hacemos. Nunca es tarde para recuperar el corazón.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.