“Orar no significa evadirse de la historia y de los problemas que plantea;
significa optar por afrontar la realidad no solos, sino con la fuerza que viene de lo alto,
la fuerza de la verdad y del amor,
cuyo manantial está en Dios […]
La oración es el secreto para entrar y morar en la Voluntad de Dios,
es fiarse de Dios,
ponerse en sus manos […]
En la oración el misterio de la divinidad se revela como fidelidad y amor.”
Juan Pablo II
Hoy Jesús nos enseña que muchas veces debemos acudir a Dios a través de la oración, y por eso nace la oración del Padrenuestro que explica a sus discípulos que le pedían aprender a orar.
Y también nos cuenta una parábola para decirnos que debemos acudir a Dios con mucha confianza y muchas veces también con perseverancia. Nos cuenta lo que le sucede a uno que tiene una visita inesperada a media noche y debe cumplir con la ley de la hospitalidad. Va donde un amigo y no deja de pedir hasta que este amigo se levanta y le da lo que necesita. Y Jesús termina haciendo esta reflexión: Si este amigo termina dándole lo necesario, ¿Cómo no nos va a dar nuestro Padre celestial el Espíritu Santo a quienes lo pidan?
Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.
Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.
Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.
Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.
(Federico García Lorca)
Julio 24
San Ambrosio decía que los creyentes no aprietan, solo tocan. La persona de fe profunda toca a Jesús, mientras muchos simplemente lo aprietan. Lo aprietan como si fuera un mago que debe resolver todas sus necesidades.
El que tiene fe simplemente toca y espera. No se obsesiona presionando a Jesús y exigiéndole cosas. Simplemente se hace camino en medio de los problemas, se acerca a él con fe, y lo doca delicadamente con confianza creyente.
No aprieta un crucifijo como si tuviera una energía extraña, lo toca porque ve a Jesús amando y entregándose, y confía en ese amor poderoso.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti.
Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.