Qué es lo más importante

«La Virgen María, Reina de la paz, compartió hasta el martirio del alma la lucha de su Hijo Jesús contra el Maligno. Invoquemos su intercesión materna para que nos ayude a ser siempre testigos de la paz de Cristo, sin llegar jamás a componendas con el mal»
Benedicto XVI

Hoy vemos a un Jesús tan divino como humano: está cansado del viaje y se deja acoger por esta familia que tanto ama, en Betania. Aprovechará la ocasión para hacernos saber qué es “lo más importante”.

En la actitud de estas dos hermanas se acostumbra a ver reflejadas dos maneras de vivir la vocación cristiana: la vida activa y la vida contemplativa. María, «sentada a los pies del Señor»; Marta, atareada por muchas cosas y ocupaciones, siempre sirviendo y contenta, pero cansada (cf. Lc 10,39-40.42). —«Calma», le dice Jesús, «es importante lo que haces, pero es necesario que descanses, y más importante aún, que descanses estando conmigo, mirándome y escuchándome». Dos modelos de vida cristiana que hemos de coordinar y de integrar: vivir tanto la vida de Marta como la de María. Hemos de estar atentos a la Palabra del Señor, y vigilantes, ya que el ruido y el tráfico del día a día —frecuentemente— esconde la presencia de Dios. Porque la vida y la fuerza de un cristiano solamente se mantienen firmes y crecen si él permanece unido a la verdadera vid, de donde le viene la vida, el amor, las ganas de continuar adelante... y de no mirar atrás.

A la mayoría, Dios nos ha llamado a ser como “Marta”. Pero no hemos de olvidar que el Señor quiere que seamos cada vez más como “María”: Jesucristo también nos ha llamado a “escoger la mejor parte” y a no dejar que nadie nos la quite. Él nos recuerda que lo más importante no es lo que podamos hacer, sino la Palabra de Dios que ilumina nuestras vidas, y, así por el Espíritu Santo nuestras obras quedan impregnadas de su amor.

Descansar en el Señor solamente es posible si gozamos de su presencia real ante la Eucaristía. ¡Oración ante el sagrario!: es el tesoro más grande que tenemos los cristianos. Recordemos el título de la última encíclica de san Juan Pablo II: ‘La Iglesia vive de la Eucaristía’. El Señor tiene muchas cosas que decirnos, más de las que nos pensamos. Busquemos, pues, momentos de silencio y de paz para encontrar a Jesús y, en Él, reencontrarnos a nosotros mismos. Jesucristo nos invita hoy a hacer una opción: escoger «la parte buena» (Lc 10,42).
* Rev. D. Bernat GIMENO i Capín (Barcelona, España)

El Evangelio de hoy me habla de dos actitudes ante el Señor: la activista y la contemplativa. Jesús alaba a María que está a su lado en contemplación. No es que esté mal la actividad de Marta. El trabajo es indispensable. Pero esto todo el mundo lo sabe. En cambio, la necesidad de la oración se olvida más. Cristo nos advierte que la oración es indispensable para que nuestra acción sea provechosa. Porque con nuestra oración hacemos eficaz nuestra acción.
Por eso debemos ser contemplativos en la acción. Es la unión de Marta y María. Hay que actuar: no podemos quedarnos sentados. Pero unidos a Dios, porque «sin Mí nada podéis hacer» dijo el Señor. Trabajar para Dios, y trabajar con Dios. Esto dará eficacia a nuestro trabajo.


Julio 17
El dulce Jesús dijo unas palabras terribles: ¡Hipócritas! Son como sepulcros blanqueados, hermosos solo por fuera, pero llenos de muerte por dentro (Mt 23,27). Son tan fuertes estas palabras, tan duras y directas, que conviene tomarlas muy en serio. Los fariseos se preocupaban más por la apariencia que por el ser, más por la adulación de los demás que por ser buenos, más por criticar y humillar que por ayudar. Jesús quería dejar claro que su mensaje no tenía nada que ver con esa farsa. Por eso es tan importante que no seamos como ellos. Estamos en otra época, pero hay muchas maneras de ser como esos fariseos.
(Mons. Víctor M. Fernández)



Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.