Es preciso tener fuerza

“Oh amadísimo Jesús, dígname dejarme derramar mi gratitud ante ti, por la gracia que me has otorgado al darme a tu santa Madre mediante la devoción de la Santa Servidumbre, para que ella pueda ser mi abogada en presencia de tu majestad, y mi apoyo en mi extrema miseria”.
(San Luis María Grignión)

Omraam Mikhaël Aïvanhov fue un filósofo, pedagogo, y místico macedonio. De él tomamos esta reflexión:
"No podéis perder aquello que poseéis realmente; solo podéis perder lo que no os pertenece, es decir, lo que todavía no forma parte de vosotros.
Por un momento tenéis fe, y después dudáis… Por un momento estáis en la luz y, poco después, estáis en la oscuridad… Por un momento amáis, y después perdéis vuestro amor… Ello significa que ni la fe, ni la luz ni el amor os pertenecen. Vosotros mismos os debéis volver fe, luz, amor. Como Jesús, que decía: «Yo soy la luz del mundo…
».
Se identificaba con la luz. No dijo que la luz estaba en él o con él, sino que él era la luz. Hay en esta fórmula toda una ciencia para meditar."
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Es preciso tener fuerza para ser firme, pero es preciso tener coraje para ser gentil.
Es preciso tener fuerza para defenderse, pero es preciso tener coraje para bajar la guardia.
Es preciso tener fuerza para ganar una guerra, pero es preciso tener coraje para rendirse.
Es preciso tener fuerza para estar en lo cierto, pero es preciso coraje para tener duda.
Es preciso fuerza para mantenerse en forma, pero es preciso coraje para mantenerse en pie.
Es preciso tener fuerza para sentir el dolor de un amigo, pero es preciso coraje para sentir los propios dolores.
Es preciso tener fuerza para soportar el abuso, pero es preciso coraje para hacerlo parar.
Es preciso tener fuerza para quedarse solo, pero es preciso tener coraje para pedir apoyo.
Es preciso tener fuerza para amar, pero es preciso tener coraje para ser amado.
Es preciso tener fuerza para sobrevivir, pero es preciso coraje para vivir.
Jorge Bucay
"El camino del encuentro" - Fragmento

Agosto 3
Señor, quisiera creer sin exigirte pruebas, sin pretender privilegios. Quiero ser uno de esos que no exigen demostraciones ni maravillas, uno de esos que no esperan que esté todo bien para creer. Ayúdame a ser como esos que no te ponen tantas condiciones.
No hace falta que me dejes poner mi dedo en tu herida, Jesús.
Solo dame el don de creer y de abrazarme a tu amor pase lo que pase.
Dame la gracia de aceptar creer sin ver y de amarte sin exigirte nada. Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)



Mi Jesús, Mi Dios y Señor, Tú conoces todos mis pensamientos, incluso aquellos que habitan en los más profundo de mi corazón. Sabes que a menudo fallo y no te sigo como debiera, pero bien sabes que te quiero. Te pido perdón porque por culpa de mis malas inclinaciones, a veces me aparto de Ti, me aparto y me alejo de ese amor incondicional que sólo Tú me ofreces. Me arrepiento mi Señor, quiero amarte con todas mis fuerzas, con todo mi ser, con todo mi espíritu.

Sé que Tú también quieres que te ame con todas las ganas, que corresponda a tu fidelidad, pero no me lo exiges, porque el amor no se exige, pero si me lo ruegas, me lo imploras. Lo tuyo es un eterno amor conmigo y das la vida por mí, con el fin de que me una a Ti, de que te ame en mi libertad.

Hoy en día, en cada rostro de cada necesitado, Tú me preguntas: ¿me amas en verdad?, ¿haces algo por mí?, ¿me auxilias?, ¿me das abrigo o alimentas?... Jesús, Tú lo sabes todo, dame la fuerza para auxiliarte en mis hermanos, para predicar con amor la salvación de tus Palabras, dame la fuerza para sentirte en cada momento de mi vida y poder proclamar tu amor y tu bondad al mundo entero. Amén.

Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.