«La oración es conversación y diálogo con Dios: seguridad de las cosas que se esperan,
igualdad de condición y de honor con los ángeles, enmienda de los pecados,
remedio de los males, garantía de los bienes futuros»
(San Gregorio de Nisa)
Cuentan que un campesino cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, se decidió a pedirle el favor de que le hiciera el aviso de venta.
El poeta accedió gustosamente y empezó a elaborarlo: El cartel decía: “Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto”
El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquél hombre del aviso de venta ya se había mudado. Cuál fue su sorpresa al encontrarse otra vez con el campesino trabajando en sus campos.
Tú no necesitas esperar a que venga un poeta para realizar un cartel que diga lo maravillosa que es tu vida... ¿o sí?
Ven, Señor, a salvarnos.
El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquél hombre del aviso de venta ya se había mudado. Cuál fue su sorpresa al encontrarse otra vez con el campesino trabajando en sus campos.
El poeta le preguntó: ¡Amigo! ¿No se iba de la finca? El campesino con una sonrisa le respondió: No mi querido vecino, después de leer el aviso que usted me hizo, comprendí que tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que por ahora no existe otro mejor
Tú no necesitas esperar a que venga un poeta para realizar un cartel que diga lo maravillosa que es tu vida... ¿o sí?
Ven, Señor, a salvarnos.
Ven a saciar nuestras hambres, ven a curar nuestras llagas, ven a aliviar nuestras cargas, ven, Señor, a salvarnos.
Ven a limpiar nuestro barro, ven a encender nuestras lámparas, ven a colmar la esperanza, ven, Señor, a salvarnos.
Ven a llenar el vacío, ven a alegrar la tristeza, ven a vestirnos de fuerza, ven, Señor, a salvarnos.
Ven a quitar el pecado, ven a romper las cadenas, ven a ahuyentar las tinieblas, ven, Señor, a salvarnos.
Ven, Señor, y salva a todos los que somos víctimas del pecado y de la debilidad humana. Ven, Señor, a salvarnos.
Sálvanos de tal manera que, con la medicina y el aceite de tu Espíritu, lleguemos a ser también nosotros salvadores.
Agosto 2
Algunas personas disimulan su depresión con sonrisas y esconden lo que sienten. Pero cuando se quedan solas, brota toda la angustia, la irritación y la desolación interior.
De pronto, en la soledad, su rostro se vuelve lúgubre. Por eso es bueno dejar que en la soledad te brote una sonrisa.
Agradece a Dios la vida que te regala, escucha una buena canción, acaríciate las manos y date cuenta de que no es poco estar vivo. Entonces dile a tu corazón que en el fondo todo está bien, que estás en las manos del Señor, y sonríe.
Esa no será una sonrisa falsa, sino verdadera, sincera, y te hará bien.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Ven a limpiar nuestro barro, ven a encender nuestras lámparas, ven a colmar la esperanza, ven, Señor, a salvarnos.
Ven a llenar el vacío, ven a alegrar la tristeza, ven a vestirnos de fuerza, ven, Señor, a salvarnos.
Ven a quitar el pecado, ven a romper las cadenas, ven a ahuyentar las tinieblas, ven, Señor, a salvarnos.
Ven, Señor, y salva a todos los que somos víctimas del pecado y de la debilidad humana. Ven, Señor, a salvarnos.
Sálvanos de tal manera que, con la medicina y el aceite de tu Espíritu, lleguemos a ser también nosotros salvadores.
Agosto 2
Algunas personas disimulan su depresión con sonrisas y esconden lo que sienten. Pero cuando se quedan solas, brota toda la angustia, la irritación y la desolación interior.
De pronto, en la soledad, su rostro se vuelve lúgubre. Por eso es bueno dejar que en la soledad te brote una sonrisa.
Agradece a Dios la vida que te regala, escucha una buena canción, acaríciate las manos y date cuenta de que no es poco estar vivo. Entonces dile a tu corazón que en el fondo todo está bien, que estás en las manos del Señor, y sonríe.
Esa no será una sonrisa falsa, sino verdadera, sincera, y te hará bien.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.