Jesús vivió un estilo de vida diferente

“No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente, las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos”.
“Intenta adquirir las virtudes que crees que les faltan a tus hermanos. Entonces ya no verás sus defectos, porque ya no los tendrás”.
“Nuestros propios vicios, si los pisoteamos, nos sirven para hacernos una escalera con que remontarnos a las alturas”.
“Dios siempre está tratando de darnos buenas cosas, pero nuestras manos están demasiado llenas para recibirlas”.
Jesús vivió un estilo de vida diferente. Quien quiere seguirlo con sinceridad se siente invitado a vivir de manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo «normal» de comportarse que observamos a nuestro alrededor.
San Agutín

¿Cómo no sentirnos desconcertados e interpelados cuando escuchamos palabras como estas? «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado... Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».

Se nos invita a actuar desde una actitud de gratuidad y de atención al pobre, que no es habitual. Se nos llama a compartir sin seguir la lógica de quienes buscan siempre cobrar las deudas, aun a costa de humillar a ese pobre que siempre está en deuda con todos.

Jesús piensa en unas relaciones humanas basadas en un nuevo espíritu de libertad, gratuidad y amor fraterno. Un espíritu que está en contradicción con el comportamiento normal dentro del sistema, que siempre termina abandonando a los más indefensos.

Los seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a prolongar su estilo de vivir, aunque sea con gestos muy modestos y humildes. Esta es nuestra misión: introducir en la historia ese espíritu nuevo de Jesús; contradecir la lógica de la codicia y la acumulación egoísta. No lograremos cambios espectaculares, y menos de manera inmediata.

Pero con nuestra actuación solidaria, gratuita y fraterna criticaremos el comportamiento egoísta como algo indigno de una convivencia sana.

El que sigue de cerca a Jesús sabe que su actuación resulta absurda, incómoda e intolerable para la «lógica» de la mayoría. Pero sabe también que con sus pequeños gestos está apuntando a la salvación definitiva del ser humano.
(Padre José Antonio Pagola)

“Cuando rezamos, vamos con Dios; cuando leemos, es Dios quién habla con nosotros”.
Vivimos en una sociedad que tiene suma necesidad de volver a escuchar este mensaje evangélico sobre la humildad. Correr a ocupar los primeros lugares, quizá pisoteando, sin escrúpulos, la cabeza de los demás, son característica despreciadas por todos y, por desgracia, seguidas por muchos.

El Evangelio tiene un impacto social, incluso cuando habla de humildad y modestia. El Mesías enseña que los excluidos, los enfermos, los pobres, despreciados y los últimos, serán los primeros invitados a la mesa del Reino. En él hallaremos sitio con ellos si les tendemos la mano siguiendo sus divinas enseñanzas.

Agosto 28
Un fruto precioso del amor es la alegría. Cuando amamos a Dios, a la gente y a la vida, somos felices, estamos serenamente alegres, vemos el lado positivo de las cosas. Es fácil darse cuenta que la tristeza y la negatividad debilitan a las personas.
En cambio, cuando un enfermo recupera la alegría, eso facilita su curación. Sin embargo, algunos prefieren ser tristes.
Elige el gozo espiritual, no optes por la tristeza de quien no sabe amar. Elige el buen humor y no la aspereza. Porque en el fondo la alegría es una elección personal. Si tú la rechazas, la alegría huye de tu vida.
(Mons. Víctor M. Fernández)


A ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa Mónica, maravilloso ejemplo de firme oración por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi hijo(a) (mencionar aquí los nombres), para que por medio de tu poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina conversión a Cristo Nuestro Señor.

A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a ti te concedió.
Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro Señor.
Amén.