Al despertar cada mañana elijamos ser alegres

“Dios nos ofrece la salvación,
pero si yo no la acepto,
Dios respeta mi libertad.
En el cielo no se entra a empujones”
(P. Jorge Loring)


Al despertar cada mañana elijamos ser alegres. Debemos amarnos adecuadamente y ennoblecernos, pensando en los otros, acompañándolos y aprendiendo de ellos. Saquemos ventajas de todas las situaciones, también de las adversas.
Confiemos en nuestras capacidades y utilicémoslas para superar los aprietos.
Miremos el presente con alegría, sea luminoso u oscuro.
La alegría verdadera es el cielo bajo el cual vive quien tiene la conciencia en paz, en razón de su corazón colmado de amor.

Un día, Agustín paseaba por la orilla de una playa reflexionando sobre el Misterio de la Santísima Trinidad. Su mente era incapaz de comprenderlo. En eso vio a un niño que estaba, con una pequeña conchita, sacando el agua del mar y echándola en un pocito en la arena.

¿Qué haces niño? – preguntó Agustín.
¿No lo ves?, estoy sacando toda el agua del mar para vaciarla en este pocito – dijo el niño.
Pero… ¿no te das cuenta que eso es imposible? – replicó Agustín.
Agustín – le dijo el niño – es mucho más fácil que yo logre hacer esto, que tú comprendas el Misterio de la Santísima Trinidad.
En efecto, el Niño Jesús se le había aparecido.

Agosto 29
Lo que ves con tus ojos cambia, está cambiando permanentemente. Decía el filósofo Heráclito que uno nunca se baña dos veces en el mismo río. Este río ya no es el mismo en el que te bañaste hace una hora.
El rostro de esa persona que amas no es el mismo que hace cinco años. Estamos siempre cambiando, y todo se modifica.
Nada de este mundo es permanente. Entonces, solo tienes dos opciones: o disfrutas de ese cambio y dejas tu corazón abierto a lo que venga, o te desesperas queriendo atrapar lo que se va.
(Mons. Víctor M. Fernández)



Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.