'La humildad es la madre de todas las virtudes: pureza, caridad y obediencia.
Es siendo humilde cuando nuestro amor se vuelve real, devoto y ardiente.
Si eres humilde nada te tocará, ni elogios ni vergüenza, porque sabes lo que eres…
Si te llaman santo no te pongas en un pedestal''
(Santa Madre Teresa de Calcuta)
La energía es una cosa muy buena. Una locomotora desarrolla una gran potencia y arrastra multitud de vagones, yendo por las vías. Pero si el tren descarrila, entonces esa energía de la locomotora, se convierte en un gran peligro para todos.
Pues bien, así también sucede con las fuerzas y la energía de los jóvenes, porque bien encauzadas, producen frutos maravillosos; pero desquiciadas, son un gran peligro para los mismos jóvenes y para el mundo entero.
Hoy Satanás a través de los medios de comunicación social, principalmente la televisión y el cine, está llevando a la humanidad, y en especial a la juventud, al más profundo de los abismos, porque los alienta a usar mal sus energías y a despilfarrarlas de forma grotesca y desordenada, volviéndose un peligro para la salvación eterna de sus almas, y hasta para la salud de sus cuerpos. Con la droga ha reducido a muchísimos jóvenes a ser autómatas y violentos.
Es tiempo de formar a la juventud en el camino del bien y de la verdad, del valor y del arrojo, dirigiendo las energías propias del joven a la santidad, al heroísmo. Esta misión la tenemos un poco todos, porque los jóvenes son también nuestros prójimos, y el Señor nos ha mandado amar al prójimo como a nosotros mismos, e incluso como Él nos amó, es decir, hasta el extremo.
(Sitio Santísima Virgen)
Agosto 10
Es verdad que somos débiles, que estamos insatisfechos, que sufrimos mucho. Pero además somos unos pobres pecadores que necesitan ser salvados. Nadie termina de liberarse de su yo enfermizo si no reconoce que necesita un Salvador, porque nadie puede salvarse a sí mismo. Esto no es algo negro o negativo. Es la realidad que no podemos ignorar. La buena noticia es que ya tenemos un Salvador, que Jesús nos redimió con sus brazos abiertos en la cruz, y que con esos mismos brazos abiertos nos ofrece siempre su perdón, sin cansarse.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Mi Señor, mi alma quiere siempre alabar tu grandeza y tu generosidad para con todos tus hijos. Eres grande, Tú eres el gran proveedor, el gran benefactor de la humanidad que tiene hambre y sed de Ti. Sé que hay muchas situaciones que escapan de mis capacidades, pero confío en tu ayuda, en que si me abandono en tus manos, ya no temeré ningún mal y no habrá necesidad que me haga perder las esperanzas.
Quiero vivir para Ti, que eres poderoso y reinas con verdad y justicia y no dejas de sorprendernos dándonos el Pan de vida eterna. Sé que cuento con tu apoyo para salir victorioso de todas esas adversidades que nos pone la vida, que a su vez son retos, pues pone a prueba nuestro amor y fidelidad a Ti aún en los momentos de angustia, de necesidad y desespero.
Todos los días, Señor mío, quiero vivir en la plenitud de tu humildad, por ello, te pido que me libres de las garras del egocentrismo, que no viva sólo para mí, para mi propia satisfacción. Quiero desechar ese egoísmo cruel que me aparta del buen camino y hace que desprecie a mi prójimo e ignore sus necesidades.
Cuento con tu bendición para ser uno de los tuyos y no privar a otros del Pan que a mí pueda sobrarme. Eres mi esperanza, mi tesoro de gracias. Te amo. Todo te lo entrego, todo lo que soy y todo lo que quiero ser para pertenecerte. Amén.