"Como vemos en la historia, Dios recompensará no sólo lo que hagamos,
sino también o que hayamos deseado hacer, aún sin tener la fuerza suficiente para llevarlo a cabo. ¡Desead pues, pero desead sin límites!"
(SAN MAXIMILIANO KOLBE)
En la oración del Rosario, contemplamos a la persona de Jesús y su vida, no como, por ejemplo, en el camino de la cruz, directamente y en sí mismo, sino a través de María. Esto fue el centro de su vida, lo que Ella vio, sintió y conservó en su corazón (Lucas 2, 51).
De lo que está lleno del Rosario (...) es de la manifestación continua de una santa simpatía. Cuando un ser es muy importante para nosotros, nos complace conocer a otro que también está unido a él. Encontramos su imagen reflejada en otra vida humana, de forma que esa imagen toma una nueva dimensión para nosotros.
Nuestros ojos se encuentran frente a dos ojos que también aman y ven. Estos agregan su poder visual al nuestro; nuestra mirada puede ir más allá de los límites de nosotros mismos para captar de todos lados, por así decirlo, a la persona amada, a quien hasta ahora veíamos desde un solo ángulo.
(Padre Romano Guardini)
Octubre 31
La humildad es un sano amor a nosotros mismos.
Nos libera de estar comparándonos con los demás y de la necesidad de ser más reconocidos que los otros.
Cuando alguien es profundamente humilde, no se entristece si otros son más amados, más valorados, más aplaudidos. Es realista y sabe que nadie puede hacerlo todo ni lograrlo todo.
Cada uno puede lograr algo, de acuerdo a los dones que ha recibido. Por eso, cada uno en lo suyo puede ser maravilloso, y los éxitos de los demás no le quitan su propia belleza.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.