“¡Sed fuertes! No se debe ceder donde no tenemos que ceder…
Nosotros tenemos que luchar, no con medias palabras,
sino con coraje; no en secreto, sino en público; no a puertas cerradas, sino a cielo abierto”
(SAN PÍO X)
Un día, en la playa, un chico le preguntó a su madre: “¿Qué puedo hacer para conservar a un amigo?”
La madre recogió arena con sus dos manos y puso las palmas boca arriba, apretó una de ellas con fuerza, la arena se escapó entre los dedos.
En cambio la otra mano permanecía abierta, con la arena intacta.
El niño entendió que la amistad se mantiene con abertura y libertad.
Prefiero que compartas conmigo unos pocos minutos ahora que estoy vivo y no una noche entera cuando yo muera.
Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que estoy vivo, y no apoyes tu cuerpo sobre mí cuando yo muera.
Prefiero que hagas una sola llamada ahora que estoy vivo y no emprendas un inesperado viaje cuando yo muera.
Prefiero que me regales una sola flor ahora que estoy vivo y no me envíes un hermoso ramo cuando yo muera.
Prefiero que elevemos al cielo una oración ahora que estoy vivo y no una misa cantada y celebrada cuando yo muera.
Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora que estoy vivo y no un desgarrador poema cuando yo muera.
Prefiero escuchar un solo acorde de guitarra ahora que estoy vivo, y no una conmovedora serenata cuando yo muera.
Prefiero me dediques una leve plegaria ahora que estoy vivo y no un político epitafio sobre mi tumba cuando yo muera.
Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles ahora que estoy vivo y no de grandes manifestaciones cuando yo muera.
Prefiero escucharte con un poco de nerviosismo diciendo lo que sientes por mí, ahora que estoy vivo, y no un gran lamento porque no lo dijiste a tiempo, y ahora estoy muerto.
El alma, como los animales y las plantas, necesita aire. ¿Cuentan nuestras vidas con el suficiente espacio vacío como para alimentar nuestro espíritu? Al vivir en ciudades y estar inmersos en redes de trabajo, amistades y proyectos, en ocasiones descuidamos nuestra necesidad de detenernos y mirar.
Tal necesidad es bastante específica: estar en la naturaleza, con un clima agradable y sin demasiadas cosas que hacer. Que el mundo siga su marcha sin nosotros durante un tiempo.
Que las cosas pasen frente a nuestros ojos: las nubes, los botes o la ondulante hierba.
¡Bendita inactividad! ¡Bendita falta de atención! Cuando retomamos nuestro rumbo nos sentimos más frescos gracias a ese interludio de pasividad. Recordemos la receta y démonos un tiempo para detenernos y mirar.
Si no me tomo el tiempo, éste me tomará a mí. Mejor que la decisión sea mía.
Octubre 29
En este mundo todo necesita tiempo, hay problemas en las relaciones humanas que solo se resuelven lentamente, poco a poco, con inmensa paciencia.
Pero los que pretenden dominar el mundo en un instante, usan a los demás para sus fines, los convierten en objetos al servicio de sus urgencias.
De esa manera, dejan de reconocer el valor sagrado de los demás. Los que valoran y respetan a las personas saben esperar, saben dar tiempo.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
¡Bendita inactividad! ¡Bendita falta de atención! Cuando retomamos nuestro rumbo nos sentimos más frescos gracias a ese interludio de pasividad. Recordemos la receta y démonos un tiempo para detenernos y mirar.
Si no me tomo el tiempo, éste me tomará a mí. Mejor que la decisión sea mía.
Octubre 29
En este mundo todo necesita tiempo, hay problemas en las relaciones humanas que solo se resuelven lentamente, poco a poco, con inmensa paciencia.
Pero los que pretenden dominar el mundo en un instante, usan a los demás para sus fines, los convierten en objetos al servicio de sus urgencias.
De esa manera, dejan de reconocer el valor sagrado de los demás. Los que valoran y respetan a las personas saben esperar, saben dar tiempo.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.