El dolor como bendición

El que, por obediencia, se somete al mal,
está adherido a la rebelión contra Dios
y no a la sumisión.
San Bernardo

Había una vez un pequeño pueblo en el campo que tenía su párroco, un cura anciano y enfermo. Un día murió. Como el obispo no tenía otro sacerdote que lo reemplazara, la ciudad se quedó sin sacerdote.

Poco a poco, la gente se olvidó de la Iglesia. Terminaron cerrando las puertas del viejo templo para siempre. La gente comentaba que la Iglesia había muerto allí.

Pasaron varios años, hasta que el obispo, preocupado, envió allí a un sacerdote recién ordenado. Llegó el joven sacerdote y, con todo su entusiasmo, abrió las puertas del templo, se quitó las telarañas y tocó las campanas, convocando a la gente. Pero nadie vino.

El sacerdote salió a la calle invitando personalmente a los que conocía. La respuesta era siempre la misma: “No sirve de nada, Padre, aquí murió la Iglesia”.

El sacerdote tuvo una idea: si la Iglesia está muerta, enterrémosla. E invitó a la gente al entierro de la Iglesia.
La noticia corrió. Las mujeres que lavaban la ropa en el arroyo y los hombres en los bares comentaron: "¿Habéis visto alguna vez un entierro en la Iglesia…?"

A la hora señalada, el templo estaba lleno. El sacerdote había quitado los bancos y colocado un ataúd en medio del templo, rodeado por una cuerda.
Tras la celebración fúnebre, el Padre dijo, en tono fúnebre: "Los invito a acercarse al féretro y dar su último adiós a la Iglesia difunta".

Entonces la gente se acercó. Pero todos los que miraron dentro del ataúd se sobresaltaron y se fueron con la cabeza gacha.
El Padre había colocado un espejo en el ataúd: ¡Cada persona que miró se vio a sí mismo adentro!

REFLEXIÓN: Es la verdad. Somos Iglesia. Criticarla es criticarnos a nosotros mismos.
Que María Santísima nos ayude a amar a la Santa Iglesia. Amar a nuestra comunidad, nuestra parroquia y nuestra diócesis.
Amar a la Iglesia y hacerla cada vez más viva, santa y bella.
. (Desconozco el autor)


Vivir es aprender a cada instante... de cada situación, de cada momento, de cada sensación, de cada injusticia o sin razón..., del amor, del desamor, de la felicidad, de la infelicidad, de la protección, del abandono.
El sentido de la vida, ese que buscamos desde que nacemos se encuentra en la alegría y también en el dolor.
Lo importante es saber comprender el mensaje que nos deja cada situación que debemos enfrentar y conservar la esperanza y la fe.
Hoy reímos, tal vez mañana lloramos... Hoy estamos acompañados... Tal vez el mañana nos encuentre solos...

Pero debemos pasar por todas las instancias, por todos los momentos, por todas las situaciones esperadas e inesperadas porque en cada una de ellas nos encontramos, aprendemos, crecemos, nos fortalecemos y día a día nos damos cuenta que somos nosotros los únicos que le podemos dar sentido a nuestra propia vida y eso sólo es posible si iluminamos las zonas que por momentos vemos apagarse dentro de nosotros encendiendo la luz de la esperanza...
Pequeñas Semillitas
Octubre 27
Cuando hay una angustia o una tristeza que no se quieren ir, lo mejor es detenerse, dejar de alimentar el malestar interior, y ponerse delante de la cruz.
Allí, en la presencia de Cristo crucificado, le entregas eso que te dolió y le dices: “Señor, acepto este dolor porque tú sufriste mucho más que yo. Te hicieron tanto mal y lo soportaste con paciencia por mí. Por eso ahora te ofrezco esto que me perturba y comparto contigo este dolor”.
Cuando lo hagas, deja de lamentarte por eso que te ha pasado, porque el Señor te bendecirá a través de ese dolor. Pero si pierdes tu tiempo lamentándote, ese dolor no te servirá para nada.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.