”Para llevar una buena vida cristiana, nunca es tarde:
sea cual fuese nuestro pasado,
nuestra edad, nuestros defectos…:
Los santos, no todos han empezado bien,
pero todos han sabido terminar bien.
Si hemos empezado mal, procuremos cambiar
e iremos al cielo junto con ellos”.
(San Juan María Vianney)
Hay cosas que nos gustaría que fueran diferentes.
Que las discusiones que nos dividieron en la familia no hubieran existido, que las traiciones que nos hirieron o destruyeron la confianza no hubieran pasado, o que el momento difícil por el que estamos pasando no sea tan duro y doloroso. Todos queremos que nos vaya bien, que haya paz en nuestro corazón y que podamos afirmar sin ninguna duda que nos sentimos plenos y felices con lo que somos y vivimos.
Pero no es así. En el mundo existe el mal, la división, el odio, los resentimientos y no lo podemos negar. A veces el mal nos salpica sin que tengamos parte en él, y otras veces porque somos cómplices. Necesitamos estar muy atentos para no dejar crecer la cizaña que hay en nosotros y ocuparnos por hacer crecer el amor y la bondad que nos habita.
(P. Javier Rojas SJ)
Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.
Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.
Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: "Perdone... ¡Pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?"
El maestro respondió: "La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar".
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones.
Algunos persiguen la felicidad; otros la crean.
Octubre 26
Cuando sientas que estás perdiendo las fuerzas, pídele a Jesús que te llene con su luz y su poder de resucitado.
Pídele que entre en ti, en todos los rincones de tu ser, con la fuerza y la vida nueva de su resurrección. Dice la Biblia que los creyentes, fortalecidos plenamente con el poder de su gloria, adquirirán una verdadera firmeza y constancia de ánimo (Col 1,11).
Su resurrección nos hace fuertes, firmes, constantes, entusiastas. Si le pedimos todos los días a Jesús que nos llene con la vida de su resurrección, podremos decir como san Pablo: Me esfuerzo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente (Col 1,29).
Seremos más fuertes que cualquier mal de este mundo.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.