Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo

«Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo, que quiere corazones valientes y decididos.
Vale la pena dedicarse a ayudar al hombre en el camino hacia la eternidad.
Vale la pena hacer la opción por un ideal que proporciona grandes alegrías, 
aunque exija no pocos sacrificios».
San Juan pablo II

Expresión cotidiana de este amor en la vida de la Familia de Nazaret es el trabajo. El texto evangélico precisa el tipo de trabajo con el que José trataba de asegurar el mantenimiento de la Familia: el de carpintero.

Esta simple palabra abarca toda la vida de José. Para Jesús estos son los años de la vida escondida, de la que habla el evangelista tras el episodio ocurrido en el templo: “Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos” (Lc 2, 51).

Esta “sumisión”, es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, es entendida también como participación en el trabajo de José. El que era llamado el “hijo del carpintero” había aprendido el trabajo el trabajo de su “padre” putativo.

Si la familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo es también análogamente el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero.

En nuestra época la Iglesia ha puesto también esto de relieve con la fiesta litúrgica de San José Obrero, el 1° de mayo. El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual, tienen en el Evangelio un significado especial.

Junto con la humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular. Gracias a su banco de trabajo, sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención.

San Juan Pablo II
Redemptoris Cusos, n° 22

Octubre 22
Un amigo comparte su intimidad, pierde tiempo con el otro, destaca las cosas buenas del otro y disimula sus defectos y caídas.
¿Tienes un amigo pobre? Si uno realmente reconoce el valor de una persona necesitada, entonces es capaz no solo de darle cosas, sino de “hacerse amigo”.
Quizás entre su forma de vivir y la mía haya grandes diferencias, quizás no me reconozco en él y me siento de otra especie. Pero en realidad somos humanos los dos y poco a poco podremos encontrar puntos de contacto.
Trata de tener con él la actitud y la mirada de Cristo.
Es una aventura que puede abrirte nuevos horizontes en la vida.
(Mons. Víctor M. Fernández)


¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!
Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.
Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.
Bendice las familias ¡Bendice cada familia!
Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.
Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.
Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén"
(Cardenal Angelo Comastri)