Dios te quiere vivo, activo y siempre renovado

No busques ser grande a los ojos de los hombres, 
sino a los ojos de Dios.
-San Martín de Porres.

La Iglesia termina siempre el año litúrgico con una fiesta especial: la solemnidad de Cristo Rey, que celebramos ayer. Con ella quiere proclamar su convicción de que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, auténtico Señor del Universo. Pero esta fe en la divinidad y el poder de Cristo no le lleva a ocultar la debilidad del Señor y por eso selecciona como texto para la lectura del Evangelio aquel en el que se muestra a Cristo en su mayor fragilidad, en su mayor postración: el de la Cruz.

En la solemnidad de Cristo Rey de este año, la “palabra de vida” nos invitó a recordar que el Señor al que amamos y adoramos está coronado de espinas y no de oro o diamantes. Y eso nos lleva a desear solidarizarnos con él. No puede ser de otra manera si de verdad le queremos. ¿Podría una madre vivir en la abundancia mientras sus hijos mueren de hambre? ¿Le es posible a un amigo derrochar mientras su compañero pasa penalidades?

Pues bien, si esas preguntas sólo tienen el “no” como respuesta, lo mismo debemos contestar nosotros a la pregunta que tenemos que hacernos sobre nuestra solidaridad con el Rey coronado de espinas. 

No podemos tener la conciencia tranquila mientras él esté así, hoy como entonces, sufriendo hambre, sed, soledad e injusticia. Debemos apresurarnos para ir a liberarle de su corona de dolor y para hacerlo tenemos que quitársela de la frente a los que la llevan: todos los que sufren. 


Naturalmente que nos pincharemos con las espinas al hacerlo, pero ese será el precio que pagaremos gustosos por aliviar el dolor de aquel que es el primero en nuestra vida, nuestro Rey, Cristo.

Noviembre 21
Aunque seas imperfecto y pecador, no renuncies a cosas grandes, no dejes de ofrecerle al mundo lo mejor que puedas dar, no entierres tus mejores capacidades.

El Señor no quiere que su hijo renuncie a la vida, por más errores que haya cometido. Siempre espera que busques algo más, que subas una nueva montaña.

Te quiere vivo, activo y siempre renovado. 
Entonces nadie tiene derecho a destruirte. La gloria de Dios es que también tú sigas viviendo, que salgas adelante, porque eres su hijo amado.
(Mons. Víctor M. Fernández)
“Oh Dios, que quisiste que en este día fuese presentada en el templo la Santísima Virgen María, morada del Espíritu Santo; te suplicamos por su intercesión nos concedas merecer ser presentados en el templo de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén".

Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.