Confiar en Dios

La medida del amor es amar sin medida.
-San Agustín


Todos nosotros, llamados a la santidad, somos también el hijo pródigo.
“La vida humana es, es cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre.
Volver mediante la contrición... Volver por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios
“. 

Confiar en Dios requiere, de cada uno de nosotros, que nos pongamos en sus manos. Esta confianza en Dios, base de la conversión del corazón, requiere que auténticamente estemos dispuestos a soltarnos en Él.

Pidámosle a Jesucristo hacer de esta conversión del corazón, un soltar, un entregarnos plenamente en nuestro interior y en nuestras obras a Dios. 

Sigamos el ejemplo que Cristo nos da en la Eucaristía y transformemos nuestro corazón en un lugar en el cual Dios nuestro Señor se encuentra auténticamente como en su casa, se encuentra verdaderamente amado y se encuentra con el don total de cada uno de nosotros.
(P. Cipriano Sánchez)

Noviembre 19
Señor, dame la gracia de reconocer la inmensa dignidad que me regalas.
No soy un pobre desamparado.
No soy un muerto.
No soy una víctima de la sociedad.
No es verdad. ¡No quiero caer en esa trampa Señor!
¿Para qué sentirme un pobrecito abandonado, encerrado en una red de tristeza, de quejas y de autocompasión? No he perdido mi dignidad, porque sigo siendo creatura suya, hijo tuyo, salvado por la sangre de Cristo.
Entonces la vida siempre es nueva, cada mal momento es un desafío para levantar la mirada, para ampliar el horizonte. Si me quitan algo, tú me ofreces mil cosas más. ¡Gracias Señor! Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)



Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.