Alégrense con los que están alegres

“Oh, purísima Virgen de Guadalupe! Llena mi corazón de amor y protege siempre a mi familia y libéranos de los obstáculos desafortunados de la vida”
💕
“Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra. 
Venos aquí postrados ante tu santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia”
💕
“¡Santa María de Guadalupe!, mística rosa de Hispanoamérica; Protectora de los fieles a tu nombre y guía de los Feligreses cristianos.
 Hoy intercedo en tu nombre Rogando misericordia y paz a mi alma. Haz que mis sueños se concedan y sé mi luz. En el sendero de la vida. Amén

Algunos cristianos creen que la Inmaculada Concepción es incompatible con la santidad única de Dios y el poder redentor de Cristo. Dada la gravedad de la falta original y su impacto universal, ningún creyente debería menospreciar la importancia del sacrificio de Cristo en la cruz diciendo que no fue suficiente.

Pero este no es el caso de la Inmaculada Concepción. Los no católicos tienen la impresión de que la Inmaculada Concepción significa que María habría merecido este honor y que su santidad le llegaría por sus propias acciones o por el mero hecho de existir. Pero esto es completamente falso y no representa la enseñanza de la Iglesia Católica.

Mientras todos los hombres nacen con la mancha del pecado original (del cual somos salvados por la fe y el bautismo en Cristo), la Iglesia enseña que María fue santificada por la gracia de Dios en el momento de su concepción en el vientre de su madre. Esta “santidad deslumbrante absolutamente única” con la que es “enriquecida desde el primer momento de su concepción” (Lumen gentium 56) le viene enteramente de Cristo: es “redimida de manera eminente en consideración a los méritos de su Hijo” (LG 53). Más que a cualquier otra persona creada, el Padre “la bendijo con toda bendición espiritual, en el Cielo, en Cristo” (Efesios 1:3). Él “la escogió en él, desde antes de la fundación del mundo, para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor” (Catecismo de la Iglesia Católica 492).
(Adaptado de un artículo de René Albert)

"No estoy yo aquí que soy tu Madre? No estás bajo mi sombra y resguardo? No soy la fuente de tu alegría? No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? Qué más puedes querer?"

Estas palabras son parte de una de las conversaciones de la Santísima Virgen de Guadalupe con San Juan Diego.

Palabras que cada uno necesitamos grabarnos en el corazón, porque siempre habrá cosas que nos aflijan.

 Ella en su misericordia materna, sabe y conoce qué es lo que sucede en nuestras vidas. María se duele, se preocupa e intercede por nosotros.
 Pero también sabe que es parte de la vida del hombre llevar la Cruz de su Hijo amadísimo, que llevando esa Cruz con amor, nos templa, nos hace fuertes y nos mereceremos estar junto a la Santísima Trinidad gozando de su gloria para la eternidad.
¡Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros!

Diciembre 12
Si sientes que te entristece que a alguien le vaya bien, hay algo que puedes hacer para liberarte. Entra en la presencia de Dios y dale gracias por las cosas buenas que hay en esa persona, aunque tenga sus defectos.

 Así lo hacía san Pablo: Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos ustedes (Rom 1,8). Era un agradecimiento constante: Doy gracias a Dios sin cesar por ustedes (1 Cor 1,4).

Cuando uno persiste en esa actitud, con el tiempo el corazón comienza a alegrarse con la felicidad de los demás. Por eso San pablo nos invita: alégrense con los que están alegres (Rom 12,15).
(Mons. Víctor M. Fernández)

Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.