Alarguemos el horizonte de nuestro corazón

En este tiempo de Adviento
estamos llamados a alargar
el horizonte de nuestro corazón,
a dejarnos sorprender por la vida
que se presenta cada día con sus novedades
Papa Francisco

Es indispensable leer la Palabra y traducirla en acciones concretas para hacer la voluntad de Dios: buscar primero el Reino y su Justicia.
Él es única Roca en la que apoyarnos y edificar nuestra casa.
Así, cuando vengan los torrentes y soplen los vientos de las crisis de la vida, de las dudas de fe, de las dificultades, de la pérdida de seres queridos..., nada podrá derrumbarnos ni arrancarnos del sólido fundamento, ni siquiera la última tempestad, el miedo a la muerte

Pasa el tiempo y tu existencia en la tierra se va agotando; tu cuerpo se gasta y tus energías decaen.
La vida terrena es muy breve así vivas cien años.
Señálate un objetivo noble para que mantengas la satisfacción de vivir y la esperanza de ser promotor de una causa excelente. La vida tiene profundo sentido si te dedicas a ayudar a los necesitados, si amas sin esperar recompensa y si vives por un ideal que no termine con tu muerte.
Si trabajas inspirado por un gran ideal, sentirás la alegría que reanima tu vida.
El ideal más alto y noble es amar a Dios con todo el corazón y manifestar este amor sirviendo al prójimo.
La grandeza de una persona se alimenta con la dedicación al logro de sus altos ideales.

Diciembre 15
Todos sabemos que los rencores profundos y las faltas de perdón terminan dañándonos, enfermándonos, quitándonos la alegría.

Pero no podemos comprender ni perdonar haciendo fuerza, por obligación o conveniencia. Debe ser un perdón profundo, fruto de haber aprendido a mirar con los ojos de Dios a esa persona que nos desagrada. Por eso, solo un encuentro a fondo con el amor divino logra que demos ese paso liberador y sanador.

Entra en la presencia de Dios sin prisa, con toda tu fe, y lleva allí a esa persona que te cuesta perdonar.
Dile a Dios que no te irás sin haber recibido la gracia de perdonar y deja que su amor penetre todos tus rencores y malos recuerdos hasta llenarlos de luz.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

 Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.