Las vicisitudes de la vid

Rechaza el orgullo y considera a todos
más justos que a ti mismo.
San Antonio Abad (251-356)

Hay momentos en que la vida es como un arroyo que fluye apaciblemente entre dos herbazales sembrados de flores.
El sol brilla intensamente en lo alto y el mundo entero parece sonreir.
Los días pasan agradablemente y el futuro está lleno de buenas promesas.
La misma virtud, parece sin esfuerzo, en nuestros corazones.
Pero Dios concede estos intervalos de descanso durante nuestro viaje terrestre, para que podamos renovar nuestras energías.

La vida es una batalla.
Por lo tanto, tenemos que estar armados y listos y siempre alerta (Job 7:1)
Espera aquí y vela” (Mt 26:38).
Debemos resolver estar preparados, desde la primera hora de la mañana, para enfrentar las dificultades y tentaciones que puedan surgir en cualquier momento.
Debemos estar armados con las armas del espíritu, que podemos obtener fácilmente, si vivimos todo el tiempo, en la presencia de Dios.
Si no logramos adquirir este hábito de vigilancia espiritual, las pruebas y tentaciones del día nos tomarán desprevenidos y existe el peligro de que cedamos.

Hay tres tipos de pruebas que debemos esperar:
(a) Sufrimiento en forma de enfermedad o accidente.
(b) Los insultos, la incomprensión y la ingratitud de nuestros semejantes.
(c) Tentaciones y tentaciones del pecado.

Debemos hacer una preparación espiritual al comienzo de cada día y entregarnos con confianza filial en las manos de Dios.
Pueden venir penas, enfermedades y desgracias.
Ofrezcámonos a Dios en nuestra oración de la mañana.
Como Jesús y con Jesús, inclinémonos ante la cruz que se nos impone.

Tal vez los hombres nos insulten y nos malinterpreten.
Aceptemos todo esto con resignación y amor a Dios y al prójimo, sea quien sea.
En esto seremos como nuestro Divino Redentor, que cuando fue clavado en la Cruz, no sólo perdonó sino que rogó a su Padre Eterno, por los que le habían crucificado.

El encanto del pecado puede perturbar la paz y la pureza de nuestra alma.
En este asunto especialmente, debemos prepararnos para resistir, desde el comienzo del día.
Debemos interceder ante Dios, renovar con fervor nuestras resoluciones y dirigir nuestra atención, cuando sea necesario, a otros pensamientos y actividades que valgan la pena.
Nunca entremos en pánico sino que pongamos nuestra confianza en Dios.
¡Él nos permitirá vencer!

Que esta sea nuestra resolución y el resultado de nuestra meditación.
Cuando seamos tentados a pecar, especialmente contra la santa pureza, resistamos inmediatamente y huyamos.
Cuando encontremos malentendidos por parte de los demás, o incluso frialdad, calumnia o injusticia, no nos deprimamos ni nos enojemos.
Lo único que nos debe preocupar, es la evidencia de nuestra conciencia ante Dios.

Ofrece todo lo demás a Dios: alegría o tristeza, alabanza o culpa, honor o humillación.
Pide sólo por Su gracia.
Si tenemos eso, tendremos paz mental también.

Antonio Cardenal Bacci

Que la intercesión del Beato Abad Antonio, nos encomiende, te suplicamos, Señor, para que lo que no merecemos por ningún mérito propio, lo obtengamos por su patrocinio.
Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén