¿No sabéis que no sólo es Jesús,
que descansa y mora continuamente en el Corazón de María,
sino que Él mismo es el Corazón de María… ”
San Juan Eudes CO (1601-1680
Apóstol de los Dos Sagrados Corazones
Los juicios particulares y generales
Santa Catalina de Siena creía que la fidelidad a la Iglesia y la devoción a la Santísima Virgen eran dos garantías de salvación.
En una de sus cartas escribió que “ no morirá para siempre el que sirve fielmente a la Iglesia. En otro lugar dijo que “por reverencia a la Palabra, la Divina Bondad ha concedido a Nuestra Señora, el privilegio de que cualquier hombre, bueno o pecador, que le rinda debido honor, no sea llevado cautivo por el diablo.”
En consecuencia, no debemos temer desmesuradamente a la muerte, o al juicio final, si amamos a la Iglesia, obedecemos sus mandamientos y trabajamos generosamente por su triunfo en el universo y, si mostramos una devoción filial a la Santísima Virgen, rezamos a ella e imitarla en la virtud, en la medida de lo posible.
Nos será provechoso pensar en la muerte y en el juicio final (cf Ecl 7,36).
Moderará nuestra impaciencia en las tribulaciones y nuestro desmesurado placer en los consuelos.
Será un estímulo para la perseverancia en las buenas acciones”. (Hebreos 9:27).
Tener que comparecer ante el Rostro del Dios Vivo es aterrador para todos. ¿Cuánto más aterrador será para el pecador?
Agobiado por innumerables pecados, estará ante la mirada escrutadora de Dios. No podrá ocultar nada. Todo será evidente y claro.
El Rostro de nuestro Divino Redentor, que en vida fue manso y misericordioso, será en ese momento el de un Juez severo y justo.
Después de haber despreciado tantas gracias, después de haber despreciado tantos llamados a la conversión y tantas inspiraciones secretas para cambiar de vida, después de morir sin arrepentirse... He aquí al pecador en presencia de su Eterno Juez.
En ese momento, escuchará la sentencia irrevocable resonando en sus oídos. “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que fue preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41).
Esta terrible condena se repetirá públicamente, además, en el juicio general. ¡Memento mori!”
Cuán consolador, por otro lado, será el juicio final para aquellos que han llevado una buena vida.
Verán a Dios mirándolos con amor y misericordia y escucharán de Él la maravillosa invitación: “Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt 25,35).
En el día del juicio general, estas palabras se repetirán para la confusión de los malos y el consuelo de los buenos.
Ahora que hemos considerado ambos lados de la imagen, pensemos profundamente en ello.
Tendremos que rendir cuentas de todo el mal que hemos hecho, de todo el bien que hicimos mal o por motivos distorsionados, de todo el bien que dejamos de hacer y de todo el tiempo que desperdiciamos.
Examinemos cuidadosamente nuestras conciencias ante Dios, nuestro Juez supremo.
Tomemos las resoluciones firmes y valiosas que parezcan exigir las circunstancias de nuestra vida.
Recuerda que, como hemos vivido, así moriremos y seremos juzgados en consecuencia.
Antonio Cardenal Bacci
Oración Diaria al Santísimo Nombre
Por San Bernardino de Siena (1380-1444)Apóstol del Santísimo Nombre
¡ Jesús, Nombre lleno de gloria, gracia, amor y fortaleza!
Tú eres el Refugio de los que se arrepienten, nuestra Bandera de guerra en esta vida, la Medicina de las almas, el Consuelo de los que lloran, el Deleite de los que creen, la Luz de los que predican la fe verdadera, el Salario de los que que se afana, el Cura de los enfermos.
A Ti aspira nuestra devoción; por Ti, nuestras oraciones son recibidas; nos deleitamos en contemplarte.
Oh Nombre de Jesús, Tú eres la gloria de todos los Santos por la eternidad.
Amén.