Extractos de cartas del Padre Pío- 2 junio

¡Oh Corazones, verdaderamente dignos de poseer todos los corazones,
 de reinar sobre todos los corazones de los ángeles y de los hombres! 
Vosotros seréis, de aquí en adelante, la regla de mi conducta, 
y en todas las ocasiones trataré de inspirarme en vuestros sentimientos. 
Quiero que mi corazón no esté, en adelante, sino en el de Jesús y el de María,
 o que el de Jesús y María estén en el mío, para que ellos le comuniquen sus movimientos;
 y que el mío no se agite ni se mueva, sino conforme a la impresión que de ellos reciba.

San Claudio de la Colombiere












Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)


Junio 2

Oremos al Señor, para que no permita nunca más que cerremos el oído de nuestro corazón a su voz que hoy nos habla de este modo. 

Supliquemos también al Padre celestial que no se calle nunca ante nuestra hermosa Italia.

 Cargue también con rayos su diestra; grite siempre, grite fuerte, en el interior íntimo del corazón de nosotros, italianos, con sus inspiraciones; en el exterior, con toda clase de peripecias.

Nos asuste también, nos inquiete y nos oprima bajo el peso de su diestra divina. 
Nos humille, nos envilezca, nos atribule como más le plazca. 

Estos castigos, por muy severos que sean, serán siempre castigos de un padre muy tierno que alza su voz, que empuña el flagelo para corrección y salvación de su hijo. 

 Nos evite, por su inmensa bondad, el tremendo castigo de su silencio, que es el signo terrible, el funesto preludio de su abandono. 

Nos ahorre este funesto castigo por amor de quien «no conoció el pecado» y para nuestra salvación «por nosotros se hizo pecado». 

 ¡Viva Dios! ¡Y quiera Él que nosotros, italianos, no abandonemos los designios de su sabiduría: que Él nos encuentre a todos en actitud de poder convertir en bien de nuestras almas, de nuestra patria, en la grave y solemne hora que atravesamos, la prueba a la que hoy todos nosotros estamos sometidos!


(8 de junio de 1915, a
Raffaelina Cerase, Ep. II, 440)