"No entones las alabanzas divinas solo con la voz, acompaña también la voz con las obras. Si cantas solo con la voz, por fuerza tendrás al fin que callar; canta con la vida para no callar jamás
San Agustín
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
Junio 21
¡Ay!, padre mío, usted que sabe de Él, dígame, se lo suplico, no me eche en cara mi
dispersión, mi ansia, mi errar en busca de Él; no me eche en cara la falta de abandono de este espíritu, que también desea con vehemencia su descanso más ciego y humilde en el divino beneplácito; dígame, por caridad, ¿dónde está mi Dios? ¿Dónde podré encontrarlo? ¿Qué puedo hacer para dedicarme a buscarlo? Dígame, ¿lo encontraré?
Dígame, ¿dónde debo posar este corazón mío, que se va enfermando de muerte y que instintivamente lo siento en una afanosa y penosa búsqueda?
Oh Dios, oh Dios, no puedo decir otra cosa: ¿por qué me has abandonado? Este espíritu, justamente golpeado por tu justicia divina, yace en una vehemente contradicción, sin ningún recurso ni conocimiento, fuera de los fugaces relámpagos, puestos para agudizar el sufrimiento y el martirio. Me siento morir, me abraso de ardor, desfallezco de hambre, oh padre; pero me parece que ahora el hambre se va reduciendo al solo deseo de uniformarme a la voluntad divina y del modo que Él quiera.
(19 de junio de 1918, al P. Benedetto
da San Marco in Lamis, Ep. I, 1033)
Dígame, ¿dónde debo posar este corazón mío, que se va enfermando de muerte y que instintivamente lo siento en una afanosa y penosa búsqueda?
Oh Dios, oh Dios, no puedo decir otra cosa: ¿por qué me has abandonado? Este espíritu, justamente golpeado por tu justicia divina, yace en una vehemente contradicción, sin ningún recurso ni conocimiento, fuera de los fugaces relámpagos, puestos para agudizar el sufrimiento y el martirio. Me siento morir, me abraso de ardor, desfallezco de hambre, oh padre; pero me parece que ahora el hambre se va reduciendo al solo deseo de uniformarme a la voluntad divina y del modo que Él quiera.
(19 de junio de 1918, al P. Benedetto
da San Marco in Lamis, Ep. I, 1033)