Julio 10
Si es voluntad de Dios añadir a los aromas espirituales los corporales, ¿no te basta esto para ser la persona más feliz en este valle de destierro?
¿Y qué otra cosa se puede desear que no sea la voluntad de Dios? ¿Qué otra cosa
puede desear un alma consagrada a Él? ¿Qué otra cosa puedes desear tú que no sea que
los designios de Dios se cumplan en ti?
Valor, pues, y siempre adelante en las vías del amor divino, teniendo la certeza de que, cuanto más se va uniendo e identificando tu voluntad a la de Dios, tanto más se crece en santidad.
Tengamos siempre ante nuestros ojos que la tierra es un lugar de lucha y que la
corona se recibirá en el paraíso. Que este es un lugar de prueba y el premio se recibirá allá arriba.
Que aquí estamos en el destierro y nuestra verdadera patria está en el cielo y que a esta es necesario aspirar siempre. Vivamos pues, Raffaelina, con fe viva, con esperanza firme y con el deseo ardiente del cielo, con el vivísimo deseo del mismo mientras seamos viandantes, para poder un día, cuando lo quiera Dios, habitar allí en persona.
(24 de junio de 1915, a
Raffaelina Cerase, Ep. II, 452)