Julio 21
Te afliges por las ingratitudes de los hombres hacia Dios y haces bien en llorar por sus desdichas. Ofrece a Dios como reparación tus bendiciones y todas tus acciones, procurando que todas sean buenas.
Pero, después de haber llorado en secreto por las desdichas ajenas de los que se han obstinado en su perdición, conviene imitar a nuestro Señor y a los apóstoles, alejando tu espíritu de esas desdichas y orientándolo hacia otros objetos y otras ocupaciones más útiles para la gloria de Dios y para la salvación de las almas.
«Era necesario –dicen los apóstoles hablando a los judíos– anunciaros a vosotros en primer lugar la palabra de Dios; pero, porque la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles». «Se os quitará a vosotros –dice el divino Maestro en el santo evangelio– para dárselo a una nación que produzca sus frutos».
Por tanto, el detenerse demasiado tiempo a deplorar por quienes se han obstinado en el pecado sería pérdida de un tiempo útil y a la vez necesario para buscar la salvación de otros hermanos nuestros y para trabajar por la gloria de Dios.
(25 de abril de 1914, a
Raffaelina Cerase, Ep. II, 76)