Julio 20
Quiera el dulcísimo Jesús regalar la paz a todos los corazones afligidos.
Te confieso sinceramente, sin temor a mentir, amada hija de Jesús, que mi alma puede decir con el apóstol san Pablo, aunque, por desgracia, no poseo ni la milésima parte de aquel espíritu de caridad que ardía en el corazón de este santo apóstol: «Desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos».
Sí, quiera nuestro dulcísimo Señor excomulgarme, separarme de él, verme abandonado y en brazos de los oprobios y de las penas debidas a mis hermanos; me cancele incluso del libro de la vida, con tal que salve a mis hermanos y a mis compañeros de exilio y no me prive de su caridad y de su gracia, de la cual nada podrá nunca separarme.
Reza al Señor que quiera calmar estos deseos míos que me queman las entrañas y que me hacen morir continuamente.
(25 de abril de 1914, a
Raffaelina Cerase, Ep. II, 76)