No hay lengua que pueda describir la alegría del que aprende a sufrir todo por Cristo y aprende a hacerlo sin perder el ánimo y aún dando gracias a Dios por la dificultad, por la prueba, por la Cruz que nos une a Cristo
Nadie puede ofender al alma, que a fuerza de conformarse con la voluntad de Dios, y llorar de amor por Cristo, se hizo paciente en la Caridad al prójimo, y amiga de la verdadera humildad. De estas almas huyen los demonios.
Cuando el alma deja el cuerpo, habiéndose consumido de amor durante su vida por la Caridad de Dios y la Caridad al prójimo, unida al Corazón de Cristo, se eterniza en infinitas lágrimas de amor.
Todos somos árboles de amor, y sin ser regados por el amor, no podemos vivir, porque Dios nos ha creado por Amor.
¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!
Una cosa te pido, y es que no te dejes llevar por excesivos consejos. Es mejor que elijas un consejero que te aconseje sinceramente, y seguirlo. Cosa peligrosa es acompañar a muchos.
El amor más fuerte y más puro no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración.
El alma que vive virtuosamente, planta la raiz de su árbol en el valle de la verdadera humildad, en cambio los mundanos la ponen en el monte de la soberbia; están mal plantados, y por eso no producen frutos de vida, sino de muerte.
Cristo me dijo: “Una flor del árbol del alma que me es muy desagradable, son los pensamientos de odio y desagrado hacia el prójimo.”
El humilde apaga la soberbia, pero … el soberbio no puede dañar a la humildad.
¡Oh María, dulcísimo amor mío! En Tí está escrito el Verbo, del que nosotros recibimos la doctrina de vida. Tu eres el pizarrón donde esa doctrina nos llega…
En las amarguras desearan la dulzura, y en la guerra, la paz.
Quien posee el amor de Dios, encuentra en ello tanta alegría que cualquier amargura se transforma en dulzura, y todo gran peso se vuelve ligero.
Dios es amor; el que está en el amor habita en Dios y Dios habita en él.
Viviendo en Dios, por tanto, no se puede tener amargura alguna, porque ¡Dios es delicia, dulzura y alegrías infinitas!
¡Es esta la razón por la que los amigos de Dios son siempre felices! Aun enfermos, indigentes, afligidos, atribulados, perseguidos, nosotros estamos alegres.
Abraza a Jesús crucificado, amante y amado, y en él encontrarás la vida verdadera, porque es Dios que se ha hecho hombre. ¡Ardan tu corazón y tu alma por el fuego de amor obtenido de Jesús clavado en la cruz!.
Debes, entonces, transformarte en amor, mirando al amor de Dios, que tanto te ha amado, no porque tuviera ninguna obligación, sino por pura donación, empujado sólo por su inefable amor.