Escuchar con amor

“La miseria del pueblo es de cuerpo y alma a la vez. Proveer a las necesidades inmediatas es necesario, pero cambia poco su situación mientras no se abre las inteligencias, mientras no rectifica y afirma las voluntades, mientras no se anima a los mejores con un gran ideal, mientras que no se llega a suprimir o al menos a atenuar las opresiones y las injusticias, mientras no se asocia a los humildes a la conquista progresiva de su felicidad
Hay delitos económicos que son más graves que los homicidios porque son más conscientes y son la causa no de una, sino de muchas muertes y de la corrupción“
(San Alberto Hurtado)

¿Cuántas veces he pasado por alto el verdadero significado de unas palabras ajenas, simplemente por no estar escuchando de verdad? ¿Y cuántas veces he sido mal comprendido por la misma causa?

La comunicación es parte importante de todos los aspectos de mi vida. En mis relaciones con el prójimo, en el trabajo y en casa, el éxito del compromiso puede estar determinado por el grado de comunicación entre las personas.

Aprendo a ser mejor comunicador cuando me dejo dirigir por el amoroso espíritu de Dios. Cuando escucho a otros, escucho con amor.

Confío en que Dios -no las apariencias-, me muestre el verdadero significado de las palabras o los actos de alguien.

Porque confío en Dios, jamás temeré ser mal entendido. Él me inspira para que diga y haga lo correcto en el momento correcto.

Agosto 18
Imagina que estás conduciendo un automóvil en medio de una fuerte tormenta. No ves nada, la lluvia cae con fuerza y solo te guía el instinto. Pero sigues adelante sabiendo que todo pasará, que será solo un momento y que luego volverás a la normalidad de tu vida. Algo semejante ocurre si vas al odontólogo y te quitan una muela. Sabes que es duro, pero que pasará.

Te entregas y confías. Así también puedes reaccionar cuando aparezca en tu interior algo de angustia, ira, tristeza o temor. Aférrate a la seguridad de que pasará. No decidas nada en emoción fuerte. No dejes de respirar profundo y confía en que podrás recuperar tu vida y tus proyectos.

Quizás, cuando pase la tormenta, sabrás valorar mejor tu vida de todos los días.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.