La soberbia

“La soberbia es una discapacidad
que suele afectar a pobres infelices mortales
que se encuentran de golpe
con una miserable cuota de poder.”
General José de Sanmartín
¡Cuántas veces los hombres nos desanimamos y desalentamos ante las adversidades de la vida! Es el arma preferida del demonio el desaliento, que utiliza contra las almas para enredarlas en pecados y llevarlas paulatinamente a la depresión, a la tristeza y desesperación.

Por eso ¡qué gran obra de misericordia realiza el que dice unas palabras de aliento a quien está abatido! Con unas pocas palabras se puede salvar un alma, salvar una vida. Y así como Dios pedirá cuentas hasta de la más mínima palabra inútil que hayamos dicho; también dará un gran premio a quien haya dicho palabras edificantes, y entre éstas, las que hayan sido de consuelo y aliento.

No cometamos el error de descorazonar aún más a quien está descorazonado. Porque muchas veces en lugar de ayudar a levantarse a una persona, la tiramos más hacia abajo, y como que ayudamos a lapidarla, le tiramos piedras, en lugar de quitarle las piedras que otros le han tirado.

Y en esto, como en todo, hay que ser buenos; porque si somos buenos, entonces actuaremos bien y no seremos malvados con quienes están tristes o agobiados, desalentados o alicaídos, y Dios nos recompensará con la alegría espiritual. Y si alguna vez el desaliento nos alcanza, Dios nos mandará quien nos consuele y aliente, porque quien fue misericordioso, también obtendrá misericordia.

Agosto 17
Hoy también puedes usar palabras positivas. No pierdas ninguna ocasión de expresar el lado valioso de la vida, porque esta vida de cada día siempre tiene algo bueno. 
Cuando en un momento te asomes a la ventana puedes decir: “¡Qué hermoso aire! ¡Bendita sea la vida!”
Y si ves algo positivo, no dejes de decir: “¡Qué bueno!”.
Ese lenguaje ayuda a expulsar la negatividad, hace entrar la luz en las sombras del corazón.
(Mons. Víctor M. Fernández)

Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.