Acéptate a ti mismo

Deja de tratar de cambiar al mundo.
Es una batalla de nunca acabar.
Comienza por amar al mundo tal y como es.
Y eso empezará a cambiarlo todo.
Hay una luz que nunca se apaga
Y esa luz eres tú”.
(Jeff Foster)

El conocido sacerdote franciscano capuchino Padre Ignacio Larrañaga (España, 4 Mayo 1928—México, 28 Oct 2013) dejó una inmensa cantidad de escritos de gran valor para nuestra espiritualidad a lo largo de su vida de predicador, escritor, conferencista, organizador de cursos, talleres y retiros.

A él pertenece esta reflexión:
“Los sueños, arrójalos a la basura; las llamas, apágalas, y toma serena y sabiamente en tus manos la fría realidad: eres como eres. Y, de todas maneras, a pesar de tus reticencias y repugnancias, eres una maravilla. Transforma tus sufrimientos en brazos de compasión para ti mismo y tus entrañas en un regazo de acogida. Acéptate a ti mismo, no como te gustaría ser, sino como realmente eres”
Toda una sabia definición para que aprendamos a aceptarnos como somos (sin por ello dejar de intentar mejorar), y no vivamos en permanente estado de ansiedad por metas que nos auto imponemos. No se puede dejar pasar la vida buscando la felicidad total, sino que hay que vivir felices en el día a día con lo que somos y tenemos, haciendo siempre el bien a todos los que el Señor cruza en nuestro camino.

¿Dónde estás Señor que no veo tu rostro? Entra a mi corazón, para que sanes mi cuerpo y las heridas de mi alma.
Muéstrame el camino hacia Ti para conocerte y decirte que siempre has estado en mis pensamientos y en mis oraciones.
Hazme sentir lleno de paz, tranquilidad, y con mucho amor hacia Ti; enséñame Señor, a perdonar a no odiar, a no estar solo.

Quiero ser feliz arrancarme el pasado que tanto me ha lastimado, y vivir un presente como si empezara a nacer.
Me arrodillo hacia Ti, para encontrarme contigo y nunca jamás me alejaré, eres mi Dios, mi Salvador.
En mi mente refleja tu rostro y sabré que estás conmigo siempre, cada vez que vea las rosas, los jazmines, las flores silvestres, el aire y el inmenso mar.
Como las estrellas que brillan en el firmamento y todo lo bello que la naturaleza nos da, pensaré que eres Tú.
Mi Dios dame fuerza, ilumina mi mente y lléname de esperanza cada día Señor.

Septiembre 21
Si miramos a los demás con superficialidad, siempre veremos los mismos defectos, las mismas miserias, los mismos errores. Porque es más fácil ver lo negativo.

Pero si le permites a Dios que te ilumine la mirada, descubrirás en muchas personas algunos pequeños cambios que él ha ido haciendo en ellos pacientemente.

El Señor no deja de sembrar; y trabaja cada día en los corazones como un delicado artesano.

¿Por qué no intentas reconocer esas pequeñas cosas positivas que él logra hacer en todos, también en los seres que parecen más detestables?
Deja que tu mirada se vuelva más fina y atenta, y entonces aprenderás a amar a los demás como Dios los ama.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. 
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.