Se necesitan católicos que trabajen por un mundo mejor

«Ama a la Virgen. 
Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana.
Y no servirán de nada al maligno esas cosas perversas,
que suben y suben, hirviendo dentro de ti,
hasta querer anegar con su podredumbre los grandes ideales,
los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón».
(SAN JOSEMARÍA)

En ocasiones, hace falta mucha fortaleza para oponerse a las ideas y costumbres del mundo que nos rodea.
Por eso, se necesitan médicos católicos que defiendan la vida a capa y espada, y sean excelentes en su labor.
Necesitamos maestros católicos, que enseñen siempre la verdad y no se dejen sobornar por la mentira.
Necesitamos historiadores y científicos católicos que descubran la verdad, filósofos católicos que ayuden a encontrar el sentido de la vida.
Y también se necesitan ingenieros, abogados y empresarios de conducta intachable e insobornable.
Necesitamos políticos católicos, que velen por el bienestar de todos y no claudiquen ante la mentira, la corrupción o la cultura de la muerte.
Necesitamos artistas católicos que creen obras de arte que perfumen nuestro mundo con la belleza sin tener que acudir a groserías ni denigrar los valores sagrados.
Necesitamos literatos católicos y comunicadores que proporcionen la verdad a través de los medios de comunicación.
En una palabra, se necesitan católicos que trabajen por un mundo mejor, pero siguiendo los principios cristianos del amor, la verdad, la solidaridad y la paz.
Pequeñas semillitas
Septiembre 22
Creo en ti Jesús. Creo que eres el Hijo de Dios que se hizo uno de nosotros, y que estás presente todos los días y en cada momento hasta el fin del mundo. Por eso tu fuerza y tu amistad nunca me faltan.

¡Creo Señor! Creo que me redimiste con tu sangre santísima, y que esa sangre me rodea y me protege.
Creo que has resucitado, repleto de gloria divina, radiante de gracia, bellísimo, feliz y poderoso.

¡Creo Señor! ¡Gracias por la hermosa fe que has derramado en mí! Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. 
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo. 
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.