El compromiso de siembra


“Es mediante una sumisión completa y ciega que os sentiréis 
guiado en medio de las sombras, las perplejidades y las luchas de la vida.
 «El hombre obediente cantará victoria», nos dice la Escritura. 
Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle también las gracias; 
si se oculta a vuestra vista, dadle también las gracias. Todo esto compone el yugo del amor”.
Padre Pio de Pieltrecina


Ahora que salimos del invierno latinoamericano es fundamental el compromiso de siembra. 
Lo que ahora se siembra, se hunde, se entrega, eso será lo que verdeará en esta primavera. 

Si comprometemos nuestras manos con el odio, el miedo, la violencia vengadora, el incendio de los pajonales, el pueblo nuevo sólo tendrá cenizas para alimentarse. 

Será una primavera de tierras arrasadas donde sólo sobrevivirán los yuyos más fuertes o las semillas invasoras de afuera.

Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembra. 
Que la madrugada nos encuentre sembrando.

Crear pequeños tablones sembrados con cariño, con verdad, con desinterés, jugándonos limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer. 
Trabajo simple que nadie verá y que no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la da sólo la tierra y la historia, y se llama cosecha. Y en las mesas se llama pan.
(Fray Mamerto Menapace)

Septiembre 24
Creo en ti, Espíritu Santo, fuente de todo amor y de toda ternura.
Creo en ti, soplo de Dios, viento de Dios, fuego divino, manantial de agua viva. Creo que vienes siempre cuando te invoco, y nunca dejas de acudir cuando mi corazón te reclama con un deseo sincero.
Creo en ti, Espíritu Santo, y contigo tengo un poder que ninguna cosa de este mundo podría darme.
¡Creo Señor! Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.