María es un signo luminoso

"Hombre: escoge una mujer de la cual puedas decir:
hubiera podido elegirla más bella, pero no mejor."
(Pitágoras)

Esta breve historia narrada en la revista Familia Cristiana, es un testimonio del cuidado de la Santísima Virgen a todos sus hijos:
Rafael a los 6 años tiene una enfermedad congénita que le conduce a la muerte. En el momento de darle las buenas noches a sus padres, viéndolos inquietos de dejarlo solo, él les explica:
-Todas las noches la Virgen Maria viene a verme. Yo me siento muy bien con ella.
-¿Y esta noche ella está aquí contigo?
-Ah, no, en este momento está visitando a todos los que sufren, hace un largo viaje. Después, vendrá a verme a mi cama”.

La Virgen María se mantiene de pie, portadora de esperanzas, para todos quienes que comparten la cruz de su Hijo.

María es un signo luminoso y un ejemplo atractivo de vida moral [...] por eso ella merece el título de “Trono de la Sabiduría.
María comparte nuestra condición humana, pero dentro de la transparencia total de la gracia de Dios. No habiendo conocido el pecado, Ella está en medida de compartir toda debilidad. Ella comprende al pecador y lo ama con amor maternal.

He aquí por qué Ella está de lado de la verdad y comparte el trabajo de la Iglesia en su llamado a todos y en todos los tiempos sobre las exigencias morales. Por la misma razón, Ella no acepta que el pecador sea engañado por cualquiera que pretenda amarlo, justificando su pecado, ya que Ella sabe que así el sacrificio de Cristo, su Hijo, se volvería inútil.

Ninguna absolución pronunciada por doctrinas filosóficas o teológicas complacientes, puede hacer al hombre verdaderamente feliz: sólo la Cruz y la gloria de Cristo resucitado pueden pacificar su conciencia y su vida.
Françoise Breynaert (Teóloga)

Septiembre 26
Dice la Biblia que no es bueno que el hombre esté solo (Gn 2.18), y que más valen dos que uno solo (Ecl 4,9). Por eso canta el Salmo: ¡Qué bueno y qué agradable ver a los hermanos unidos! (Sal 133,1).

La división es un mal negocio para todos, y tarde o temprano terminará destruyéndonos. Los cristianos somos como un cuerpo, donde todos los miembros se preocupan los unos de los otros (1Cor 12,25).
Entonces, hoy no estés solo, aunque creas que te sentirás mejor escapando de todos. Créele al Señor que te dice que es mejor persistir en la fraternidad y vuelve a tejer lazos de amor.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.